Segunda semana de Navidad y Epifanía

El 1 de enero, octavo día del tiempo de Navidad abre el Nuevo Año. En esta ocasión coincide con el domingo, por eso,  la fiesta de la Sagrada Familia se trasladó al 30 de diciembre. Ocho días que son uno solo: “el día en que la Virgen María dio a luz al Salvador del mundo”. La fiesta que cierra esta gran semana es la de Santa María, Madre de Dios. Se trata de un título aplicado a María ya a fines del siglo III, en antiguos papiros en que aparece la antífona Bajo tu amparo… Título, además, que el Concilio de Éfeso (año 431) aplica a María, para expresar que Jesucristo es una sola persona: la persona del Hijo de Dios encarnado. No dos personas separables. En Jesús de Nazaret, Dios aprendió a leer, a trabajar, y hasta… ¡a rezar! Ése es el misterio deslumbrador, por el que Dios nos ha reconciliado con Él.
Desde hace cincuenta años, celebramos como Iglesia la Jornada Mundial de la Paz, en este primer día del año. Por esa época, Mafalda, el famoso personaje de Quino, escuchaba en su radio: “El Papa hizo un nuevo llamado a la paz”, y comentaba: “Y le dio ocupado, como siempre”. Cada comienzo de año, desde ese Papa, Pablo VI, hasta el actual, nos invitan a reflexionar sobre cómo contribuir a la paz. El llamado de este año se titula: “La no violencia: un estilo de política para la paz”[1]. En un párrafo programático, el Papa Francisco dice: En esta ocasión deseo reflexionar sobre la no violencia como un estilo de política para la paz, y pido a Dios que se conformen a la no violencia nuestros sentimientos y valores personales más profundos. Que la caridad y la no violencia guíen el modo de tratarnos en las relaciones interpersonales, sociales e internacionales. Cuando las víctimas de la violencia vencen la tentación de la venganza, se convierten en los protagonistas más creíbles en los procesos no violentos de construcción de la paz. Que la no violencia se trasforme, desde el nivel local y cotidiano hasta el orden mundial, en el estilo característico de nuestras decisiones, de nuestras relaciones, de nuestras acciones y de la política en todas sus formas”.
Desde esta actitud estamos llamados a participar de la mesa de la Palabra en este domingo, compartiendo la actitud de los pastores, primeros testigos del Dios-hijo-de-María, acostado en el pesebre. Y mirarlo con la clave que nos proporciona san Pablo en la carta a los Gálatas: Por este niño, ya no somos esclavos, sino hijos e hijas de Dios: por su gracia, somos sus herederos. Lo que pide la bendición aarónica en la primera lectura, se ha hecho ya realidad. Nuestra tarea ahora, es actuar en consecuencia, para que la Paz, anunciada por los ángeles sea una realidad palpable para toda la familia humana.
A lo largo de la semana, seguiremos saboreando, en la primera carta de san Juan, lo que los primeros testigos vieron, oyeron y palparon acerca de la Palabra de Vida que ha puesto su morada en medio de nosotros. Y experimentaremos el desafío de actuar en consecuencia, para que el mundo crea. Al mismo tiempo, en el evangelio de san Juan, acompañaremos a esos mismos testigos en los comienzos del anuncio del Evangelio. Escucharemos los testimonios del Bautista y asistiremos, el sábado 7, al primer signo mesiánico que hace Jesús, en las bodas de Caná. El domingo 8 contemplaremos la adoración de los magos de Oriente, representantes de todos los que buscan a Dios con sinceridad de corazón, y el lunes 9 contemplaremos el Bautismo de Jesús, símbolo y comienzo del misterio pascual. Esos tres signos -conversión del agua en vino, adoración de los magos y bautismo del Señor- constituyen el misterio de la Epifanía: La manifestación de Dios hecho hombre a los discípulos, a los pueblos paganos y al pueblo de Israel, respectivamente.
[1] http://w2.vatican.va/content/francesco/es/messages/peace/documents/papa-francesco_20161208_messaggio-l-giornata-mondiale-pace-2017.html

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