Artículo publicado en Revista Jesuitas Chile n.50
Por Ingrid Riederer
Alejandra Vaccaro conoce bien a la Compañía de Jesús. En su época escolar, cursando II Medio, comenzó a participar en CVX Secundaria, y toda su vida ha estado vinculada con la espiritualidad ignaciana. En 2008 entró a trabajar al Colegio San Ignacio El Bosque como coordinadora de la Pastoral Familiar, buscando una manera “de hacer más formal y real la opción por esta espiritualidad, y ahí se me abrió un nuevo horizonte de formación”, dice. Hace cuatro años es la directora del Área de Pastoral y Formación del Colegio San Luis Beltrán en Pudahuel, perteneciente a la Red Educacional Ignacia, ya que en su última etapa laboral quiere poner al servicio de otra comunidad todo lo aprendido respecto de la pedagogía ignaciana.
Hoy Alejandra preside la Comisión de Colaboración de la Provincia Chilena de la Compañía de Jesús, un desafío que centra, fundamentalmente, en Cristo.
—¿Cuál es el trabajo que se realiza desde la Comisión de Colaboración con laicos y laicas?
El equipo actual, luego del cambio de Provincial, comenzó a trabajar a fines de noviembre de 2019. Somos ocho personas, un jesuita y siete laicos, de distintas edades, que representan a los sectores de misión de la Compañía en Chile. Este ha sido un tiempo de constituirse como equipo, conocerse, intercambiar ideas y expectativas. Nuestro objetivo de trabajo es discernir la misión y el rol del laicado en la Compañía de Jesús hoy, teniendo en cuenta que la renovación del laicado es un desafío de la Iglesia entera, pero en lo específico desde esta espiritualidad y en esta Provincia.
Tengo la convicción de que nuestra base está centrada en Jesús y en la construcción del Reino, ese es el foco y el horizonte a desarrollar porque, de lo contrario, la colaboración puede ser muy amplia y con cualquier característica.
—¿Cuál es el encargo del Provincial para esta nueva labor?
No hay un encargo específico, abordamos algunos temas en conjunto, pero todo ha sido muy dialogado, manifestándole mis convicciones y valorando, por supuesto, lo que se trabajó antes.
—¿Cuáles son los desafíos?
Cómo renovamos la misión y participación de los laicos en esta Provincia, por una parte. Y, por otra, tener un mayor diálogo con los jesuitas en temas como la formación del laicado en la espiritualidad ignaciana para fortalecer la identidad, y ahí tenemos tres palabras claves: discernimiento, liderazgo y acompañamiento. También cuál es el aporte que ignacianos e ignacianas podemos hacer a la Iglesia en Chile, cómo cada uno desde sus capacidades y habilidades específicas colabora con un proyecto que nos convoca como red apostólica, en función de la realidad del mundo de hoy, y también de la Iglesia actual. Pero no solo los laicos, sino que también los jesuitas deben formarse en el horizonte de la colaboración, y por eso es tan importante el diálogo desde y hacia las dos partes para entender que es una misión común, que tiene vocaciones, roles y funciones distintas, es decir, cómo desde la opción de vida de cada uno avanzamos, nos identificamos con el servicio del otro y nos validamos entre todos como parte de esa misión.
Un tema pendiente que tiene que ver mucho con el laicado es el aporte de la espiritualidad ignaciana al fortalecimiento de la familia, por supuesto desde la diversidad que existe hoy. Eso creo que es importante abordar en este periodo porque hemos estado ausentes en ese aspecto.
—¿Cuál es la importancia de los laicos en la Iglesia?
Somos fundamentales, somos pueblo de Dios, una comunidad activa de hermanos, y tenemos que tomar más conciencia de eso. De hecho, el mismo Papa Francisco ha dicho que la participación de los laicos es constitutiva de la Iglesia, no depende de la buena voluntad, es un deber, y eso tenemos que hacerlo nosotros mismos y en conjunto con la autoridad eclesiástica. Ser más protagonistas, ser capaces de manifestar opiniones y críticas para ser una mejor Iglesia.
Es fundamental que nos escuchen y puedan aprender de este pueblo de Dios, que es donde reside, se manifiesta y se transmite la fe.
—¿Cómo ha respondido la Compañía de Jesús al desafío de una mayor participación de los laicos?
Lo que he visto es que estamos en sintonía con lo que el Papa pide o intenta impulsar, que es una reforma en distintos niveles, y la búsqueda para involucrar a todos en la voluntad de Dios para su Iglesia y cómo el contexto nos interpela. Lo importante es que el laicado, junto con los jesuitas, podamos traducir esto en las estructuras pastorales, lo que requiere de conversión en muchos aspectos.
Para mí algo clave es recordar la vocación de la Compañía de Jesús y el aporte de la espiritualidad ignaciana a los temas de la Iglesia. Hay una frase que me inspiró inmediatamente cuando la leí, que tiene que ver con dar a conocer el verdadero rostro del Señor a tantos hombres para los que hoy permanece oculto o irreconocible (Congregación General 35). En el fondo es llegar donde hay confrontación entre las exigencias de los hombres y el mensaje cristiano, y ahí han estado los jesuitas siempre, porque tienen la herramienta del discernimiento.
En este mandato del Papa de la renovación de la Iglesia, lo que está en juego es la transmisión de la fe. Todas las demandas actuales, el rol de la mujer, un trato digno a los migrantes, mayor participación del laicado, tienen en su raíz una situación injusta, que se resuelve con una espiritualidad que une la fe con la promoción de la justicia.
—Y sobre la participación de la mujer en la Iglesia, ¿cómo la Comisión trabajará este desafío tan discutido últimamente por la sociedad en su conjunto?
De verdad agradezco el movimiento feminista, tanto para la sociedad como para la Iglesia, ya que es indispensable hacerse cargo de esta demanda. Gracias a eso hay mayor conciencia del tema y parece más evidente para todos que la participación de la mujer dentro de la Iglesia es escasa. Por supuesto que la Compañía tiene una estructura específica, pero existe más apertura, un espíritu de acogida para relevar el rol de la mujer. Eso es evidente, y hay disposición de respaldar esa posibilidad.
Mi horizonte en este tema, y en los otros, tiene que ver necesariamente con la elaboración del nuevo Plan Apostólico. Como decía antes, hay temas que no pueden quedar a la buena voluntad, tienen que estar institucionalizados, explicitados. La reflexión que haremos en común debe quedar explicitada en este documento que nos guía en esta Provincia.
—¿Cómo la Comisión de Colaboración llevará su trabajo a terreno?
Este año, y con mayor razón debido a las limitaciones que nos impone la pandemia del coronavirus, nos queremos abocar al discernimiento, ya que lo que necesitamos es una reflexión que se plasme en un documento para poder compartir con la comunidad ignaciana, jesuitas y laicado. Queremos que conozcan lo que estamos haciendo, tanto en el contenido como en el modo de proceder.
Hemos establecido una metodología de trabajo donde vamos viendo diversos temas. Ahora estamos con el liderazgo ignaciano, que es clave, porque la renovación, cualquiera sea y en cualquier aspecto, requiere de una cierta capacidad de convocar a otros, discernir y formarse para servir mejor a los demás.
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