Décima cuarta semana del tiempo durante el año

Comentario a las celebraciones litúrgicas de la décima cuarta semana del tiempo durante el año (3 de julio al 9 de julio).

“Concédenos una santa alegría” para que “alcancemos la felicidad que no tiene fin”, pedimos en la oración inicial de este domingo. Y en el evangelio, Jesús nos envía como portadores de paz, en la persona de los setenta y dos discípulos. Y nos señala que el premio del trabajo evangelizador es la alegría “porque sus nombres están escritos en el cielo”. Alegría y esperanza es también el mensaje del tercer Isaías, que escuchamos en la primera lectura de este domingo. El pueblo regresa del exilio en Babilonia, y la ciudad de Jerusalén lo acoge como una madre a hijos recién nacidos.
Muchas cosas nos prometen alegrías que, finalmente se revelan falsas y nos aumentan las frustraciones. Y hay episodios que nos alegran un momento y ‘huyen volando’. Más aún, en nuestro mundo y en nuestro país, lo que nos aumenta es la tensión y la oscuridad al experimentar una y otra vez lo difícil que es escucharse y entenderse. Esperamos reformas que se desvanecen, o que revelan contradicciones en nuestras esperanzas. A este mundo, y a este país,… a este barrio, condominio…, a este edificio somos enviados a llevar paz y alegría.  Tenemos, entonces, la tarea de imaginar qué significa hoy y aquí, concretamente, no llevar dinero, ni provisiones…, ni detenernos a saludar a nadie por el camino…
Lo único que podemos llevar es la convicción de que el Reino de Dios está cerca. Es decir, debemos contagiar la experiencia de haber palpado ese reinado de Dios, en la persona de Jesús. Aquí no cabe tráfico de influencias, ni ningún otro poder que nos avale, ni medios económicos o técnicos que nos permitan apoderarnos del Reino de paz y justicia que vamos a anunciar. Para que toda la tierra aclame al Señor, debemos imitar a Pablo: gloriarnos sólo en la cruz de Cristo “por quien el mundo está crucificado para mí, como yo lo estoy para el mundo”. No cabe duda, entonces, de que debemos insistir en la petición de la oración inicial.
En el leccionario de la semana, Jesús ve a la muchedumbre como ovejas sin pastor, y volvemos a escuchar de sus labios la orden de rogar al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha.  A la vez, en la semana leemos primero textos de Oseas, el profeta del amor insensato de Dios por su pueblo: Un Dios-esposo que ama y busca incansablemente al pueblo-esposa-adúltera. Un Dios-Padre que espera y atrae con lazos de amor al pueblo-hijo rebelde. Por boca del profeta, el Señor anuncia el triunfo final de su fidelidad incansable. Terminamos la semana con la vocación de Isaías, libro que nos acompañará en el tiempo siguiente. Vale la pena fijarnos en que  Isaías 6, que leemos el sábado, es la “composición de lugar”  de la Plegaria Eucarística de todas las misas. El cántico de los coros celestiales lo hacemos nuestro, aunque nuestros labios no hayan sido purificados físicamente como los de Isaías. Nuestro bautismo nos ha purificado totalmente y nos ha hecho sacerdotes, profetas y reyes en Cristo, hasta la vida eterna. Por eso podemos apropiarnos del canto de los ángeles, como si fuera nuestro. Igualmente podemos, entonces, con temor y temblor, escuchar a Jesús enviándonos como los apóstoles, y los setenta y dos discípulos a llevar su Buena Noticia con nuestra vida y nuestra palabra.
En el santoral, aunque la fiesta del apóstol santo Tomás (el 3) resulta impedida por el domingo, no olvidemos su papel respecto de los cristianos de la India… siempre es bueno recordar la necesidad de orar por la unidad de los cristianos. El lunes 4 se recuerda la memoria de santa Isabel, reina de Portugal (1271-1336), de la orden tercera de san Francisco. El 5 puede recordarse a san Antonio María Zaccaria (1502-1539), fundador de los Barnabitas (=Clérigos regulares de san Pablo). Y el 6 se puede recordar a santa María Goretti (1890-1902) y a tantas niñas que, como ella, han sido víctimas de abusos sexuales hasta dar la vida por defenderse. El sábado 9 se puede celebrar la memoria de san Agustín Zhao Rong y otros 119 mártires en China, 87 de los cuales eran chinos (cuatro sacerdotes), que padecieron el martirio entre los años 1648 y 1930. Entre ellos se celebra también a los jesuitas santos  León Ignacio Mangin, Paul Denn, Rémy Isoré  y Modesto Andlauer,   franceses, sacerdotes, asesinados en 1900, con un buen número de fieles laicos.

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