En nuestra liturgia, la Epifanía es el segundo foco del ciclo de Navidad. Hay tradiciones cristianas de Oriente, que celebran la Navidad en torno al 6 o el 7 de enero. Pero la Iglesia latina, tras celebrar el nacimiento de Jesús el 25 de diciembre, a comienzos de enero celebra la Manifestación del Hijo de Dios en nuestra carne, el “misterio” de la Epifanía, que cierra el tiempo de Navidad. Habitualmente se la celebra el domingo entre el 2 y el 8 de enero, y, una semana más tarde, se celebra la Fiesta del Bautismo del Señor. Pero este año, no queda lugar para esa semana. El Bautismo del Señor lo celebraremos el lunes 8, y el martes 9 ya retomaremos el tiempo ordinario.
Esto puede ayudarnos a despegar la mirada de los Magos que llegan a Belén, y recordar que la Epifanía es la “triple manifestación” del Hijo de Dios en nuestra carne: Manifestación a todos los pueblos, incluso los paganos, representados en los sabios de Oriente, manifestación al Pueblo de Israel en el Bautismo de Jesús en el Jordán, y manifestación a los discípulos en Caná de Galilea, al convertir Jesús el agua en vino.
No sólo la transformación posterior del vino en la Sangre del Señor nos evoca la Cruz en esta fiesta. También el descenso de Jesús y su inmersión bajo las aguas del Jordán nos evocan su muerte y sepultura… En Jesús, Dios se nos manifiesta abajándose: despojándose de su rango para pasar ‘por uno de tantos’. La sabiduría de los Magos (que no eran reyes… ni siquiera ricos) consiste en reconocer al Rey que buscan en el niño que está en brazos de su madre. Tal vez el brillante y triunfal cuadro de Isaías nos ha hecho confundirnos y pensar que el Mesías aparecería en arrolladora gloria. Pero no… Un niño en brazos de su madre recibe el homenaje de los sabios, como también ‘un galileo de tantos’, que se ha puesto en la fila de los penitentes, al salir del agua recibe la voz y el poder del Espíritu que le anuncia que él es el Hijo muy querido, el predilecto.
Si el texto de Isaías se presta para que pensemos en reyes poderosos que vienen a prestar vasallaje al Rey recién nacido, el del Bautismo nos recuerda que los caminos de Dios no son los nuestros. Pero Él es fiel y alimentará a su pueblo con su Palabra infalible.
Como Iglesia, somos embajadores del Rey que viene a salvar a todos los pueblos, y hemos de representarlo por el camino del vaciamiento, del servicio, de la Cruz. Un evangelio que se anuncie desde el poder, de la riqueza, desde la soberbia, no es el Evangelio de Jesús. Es el Señor quien regala ‘el vino que alegra el corazón del hombre’. Para que ello ocurra, nosotros sólo hemos de llenar los cántaros con agua…, hasta el borde.
El martes 9 retomamos el ‘Tiempo durante el año’. Aunque los textos del lunes podrían agregarse a los del martes, para comenzar a leer y escuchar el libro de Samuel y el evangelio de san Marcos desde sus respectivos inicios, lo más probable es que recibamos los textos desde sus “segundas escenas”. Escucharemos la historia de Israel desde la figura de Samuel y acompañaremos los comienzos de la predicación de Jesús en Galilea. En el santoral, el sábado 13 somos invitados a recordar la memoria del padre de la Iglesia san Hilario de Poitiers, (+367).