LOS “CARRITOS DE LA ESPERANZA” EN ARICA
“Hay necesidad, hay que mantener el día a día, y para eso hay que buscar trabajo”, dice Marcelo Oñederra sj, párroco de Nuestra Señora del Carmen y capellán de la Universidad de Tarapacá. Esto, porque una de las problemáticas que ha quedado en evidencia en Arica estos últimos años es la falta y la precariedad del empleo, en especial para migrantes: mal remunerados y sin seguridad social. Para él, las posibilidades de entregar trabajos temporales dignos no son muchas. Y como una manera de abordar esto, diseñaron los “carritos de la esperanza”, que a través de la venta ambulante permiten generar una cadena nueva de empleos.
La idea se comenzó a desarrollar junto con la coordinación parroquial y en conversación con jóvenes migrantes. El proceso es así: se compra o se arma un triciclo de carga usado, se repara, se compran los artefactos necesarios para la venta, se cancelan los papeles de inscripción municipal y de impuestos internos, y se adquieren los productos que se venderán.
Sobre la experiencia, el padre Oñederra sostiene que ellos “trabajan, pasan frío y tienen que ser creativos”. Agrega que “a lo mejor el nombre de ‘carritos de la esperanza’ no es bueno, es medio ñoño, pero el efecto que producen en las personas que venden es el mayor resultado. Alguna gente cree que es el mejor café el que comercializan y eso dignifica mucho”, afirma el jesuita.
A TRES AÑOS DEL PROYECTO ZANMI
Zanmi significa amigo en creole, y eso es lo que busca ser este programa impulsado por el Área Social del Centro Universitario Ignaciano (CUI) de la Universidad Alberto Hurtado (UAH). Desde 2015, motivados por el trabajo colaborativo, estudiantes de distintas carreras comenzaron dando clases de español a adultos de la comunidad haitiana de Santiago y Estación Central. Luego, lanzaron el cuadernillo “Hablemos español – Ann pale panyol”, con el fin de facilitar el diálogo cotidiano. Se sumó el programa “sábados entretenidos”, que brinda apoyo socio recreativo y educacional a niños y jóvenes. Actualmente trabajan 100 alumnos de la UAH y participan 260 adultos en clases de español, 150 estudiantes de prekínder a cuarto medio, y se comparte con más de 60 niños cada sábado.
Desde el CUI señalan que los cursos no son una instancia solo para aprender a escribir y hablar correctamente, sino un espacio de encuentro para conocerse y compartir. Valoran que sea una iniciativa que nació de la comunidad haitiana y que el rol de la universidad sea el de potenciar las competencias, talentos y capacidades que ya existen.
Alejandra Villagra, estudiante de cuarto año de psicología, espera que a futuro esto no se detenga: “Quiero que la gente no deje de participar, de ayudar, de aprender de los migrantes y de los niños, ya que ellos están empezando en este mundo y son los que ‘la van a llevar’ mañana. Hay que darles las herramientas para que crezcan en un entorno seguro e igual para todos”.
VENEZOLANOS EN EL SANTUARIO DE ALBERTO HURTADO
Marielita González trabaja en el Santuario del Padre Hurtado, y cuando el rector del lugar, Jorge Muñoz sj, le propuso armar una pastoral para venezolanos, comenzó a invitar a compatriotas vinculados con la Compañía de Jesús o alguna obra ignaciana.
Hasta ahora, han tenido tres encuentros. El más importante y concurrido, donde asistieron unas treinta personas, fue con el jesuita venezolano, padre Alfredo Infante, el 16 de junio, y culminó con una misa en la tumba del Padre Hurtado presidida por él. En el encuentro, el sacerdote los animó a crear una red de apoyo y acompañamiento, ya que migrar implica un proceso de duelo. También los instó a pensar en qué hacer por las personas que siguen en Venezuela.
Para el padre Infante, “haber tenido la posibilidad de escuchar sus experiencias, lo que supuso la travesía hasta Chile, escuchar también su agradecimiento con la reciprocidad del pueblo chileno, es una gran alegría”. En su país, él es párroco de San Alberto Hurtado, y esta ha sido una oportunidad para encontrarse con el carisma del santo: “Creo que San Alberto Hurtado puede ser una figura importante para activar ese espíritu de solidaridad, de comunión con Cristo, de reconocimiento mutuo, de establecer y enriquecer la vida de la Iglesia desde una vocación social significativa”, afirmó.
CLUB DE GAM EN CONCEPCIÓN
Todo partió con la historia de una pareja ecuatoriana que trabajaba en el comercio ambulante en el centro de Concepción. Benjamín Donoso sj, junto a la abogada Valentina Rioseco y la psicóloga María José Mera, hicieron el primer contacto con ellos en 2015 y comenzaron a darle forma a lo que sería el Grupo de Acogida al Migrante (GAM).
Entre las necesidades que se manifestaron, estaba que los niños pasaban mucho tiempo solos y se les ocurrió hacer un acompañamiento a menores migrantes. Se juntaron recursos y voluntarios, y el primer fin de semana de septiembre de 2017 comenzaron las actividades en un liceo cerca de la Plaza Condell, que es el territorio donde están ubicados los ecuatorianos. Actualmente, se reúnen todos los sábados y piensan comenzar el segundo semestre con el día del niño y la niña en agosto.
Juanita Orellana, miembro del Club de GAM —que fue el nombre que eligieron los niños para el proyecto—, cuenta que ha sido muy gratificante la experiencia: “Conocerlos a ellos, su cultura, su familia. Es importante fomentar la inclusión de los niños, para que el día de mañana estas habilidades les sirvan para seguir reforzando su vida”.
Fotos Zanmi: Pablo Izquierdo.