Pausa Ignaciana: Ejercicios Espirituales, ¿para qué?

Ejercicios Espirituales, ¿para qué?
Selia Paludo 
Buscamos constantemente encuentros que transformen nuestro interior, que nos  marquen profundamente, que tengan sentido de transcendencia y nos motiven.
Quizás no nos guste dar nombre a esa sed profunda que reseca nuestro interior, sin embargo, podríamos decir como el salmista “Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo” (Salmo 42, 2). Y aplacar la sed que llevamos dentro consiste en abrirnos al misterio de ser Hijos(as) de Dios, percibir y convencernos que nada y nadie la puede calmar, solo Él. Las cosas, las personas, nos pueden ayudar, pero debemos tomar la iniciativa de buscarlo y encontrarlo en las sutilezas del día a día y en la fuente más genuina y pura, que nos hace entender quiénes somos y hacia dónde vamos.
Creados y llamado para humanizar, deshumanizamos; asumimos actitudes y acciones que condenan nuestra humanidad y nos hacen enmascarar la belleza existente en nuestro corazón no permitiendo ver las sutilezas de la Presencia de Dios. Sentimos la necesidad de beber de agua verdadera, y terminamos buscando otros “productos”.
Somos débiles y vulnerables, y es esta condición la que nos hace hijos necesitados de un Padre. El encuentro con el amor de Dios revelado como Padre/Madre en Oseas 11, 1-9; el amor de esposo/esposa en Oseas 2, 11-25, y el amor de amigo/amiga en Juan 15, 9-16, nos reanima, da sentido, ordena nuestra pertenencia, nos hace fuertes, valientes, capaces de denunciar lo ilícito y anunciar la misericordia y ternura del Padre.
Hay una experiencia profunda que nos ayuda a discernir y conocer lo que Dios quiere para nosotros. También a vivir con mayor paz y consuelo las sorpresas que aparecen a lo largo de los días, y las penas y desafíos que la vida misma nos presenta. Son los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, una experiencia de oración, que busca profundizar y enriquecer la relación con Dios. Se trata de experimentar en carne propia su cercanía y amor, y así reorientar la propia vida hacia el seguimiento de Jesús.
En términos prácticos, los ejercicios se realizan en un ambiente de retiro espiritual, en silencio, con momentos de oración personal, charlas y acompañamiento personal. Pueden durar 2, 3 o 4 días (en sus modalidades más breves), 8 días, o bien extenderse durante un mes completo.
Para explicar en qué consisten, Ignacio utiliza una analogía: así como para entrenar el cuerpo deben reiterarse ciertas actividades corporales, como correr, pasear, caminar, así también para “entrenar” el espíritu es necesario hacer ejercicios espirituales, como meditar, contemplar, orar, examinar la conciencia, entre otros.
A través del silencio, el “ejercitante” gana mayor sensibilidad respecto de los propios estados de ánimo y los sentimientos más profundos de su corazón, para así “oír” la voz de Dios, reconocer su presencia y dar lugar a una auténtica transformación interior.
Al vivir los Ejercicios Espirituales podremos dar sentido a nuestra vida, llenarnos de esperanza, ordenar nuestros afectos y encontrar el significado para las grietas que se han abierto en nuestros corazones. A la luz de la contemplación de la vida de Cristo, podremos conocerlo íntimamente para aprender a mirar y amar a los seres humanos como lo hizo y lo hace.

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