Pausa Ignaciana: Mariano Puga, un sacerdote humano

Por David Bruna Ortiz (*)
La partida de Mariano Puga nos golpea como país y sociedad chilena.  En medio de la crisis del Coronavirus y de un país convulsionado que ya se cansó de sufrir atropellos a su dignidad ha partido Mariano, “un sacerdote humano” que supo cómo compartir con todos el misterio de la vida y la esperanza de Jesucristo.
La primera gratitud por Mariano es por su vida. Toda su vida fue un constante testimonio de vida profética.  Mariano se hizo parte activa de los cambios que vivía la Iglesia después del Vaticano II, como cuando el Seminario Pontificio decidió irse a las poblaciones; o cuando un grupo de religiosos y laicos fueron parte del movimiento Cristianos por el Socialismo, a pesar de la incomprensión del Cardenal Silva Henríquez.  Ese deseo profético lo movió a continuar la experiencia de los curas obreros de Francia, y empezar su trabajo en Chuquicamata, para luego continuar con esa labor, mostrando cómo a la Iglesia le tocaba hacerse parte de la vida de los trabajadores.
Esa vida profética fue la misma que sostuvo en la Esperanza a muchos chilenos y chilenas durante la dictadura de Pinochet.  Mariano, como no pocos sacerdotes y monjas en Chile, fue detenido varias veces, estando incluso en los centros de detención Villa Grimaldi y Tres Álamos, viviendo en carne propia la tortura.  Eso mismo lo animó a sumarse a la huelga de hambre de los familiares de Detenidos Desaparecidos en 1978 en varias parroquias de Santiago, y a ser un activo del Movimiento Contra la Tortura Sebastián Acevedo.  La Iglesia chilena se convirtió en un lugar de humanidad, donde para estar no se te preguntaba si eras cristiano o no, sino si eras humano y querías acompañarnos en construir un mundo así.  En el funeral de Ana González de Recabarren el mismo Mariano decía “mujeres como ella nos han recordado que no hay nada más lindo en la vida que ser humano, que sentirse igual a todos, hermano de todos, amigo de todos”.
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Animado por su mismo testimonio de misericordia, Mariano visitó en Punta Peuco a condenados por violaciones a los Derechos Humanos, pero nunca dejó de ser claro en que no hay perdón sin reparación, insistiendo en que no puede haber justicia si todavía siguen negando información sobre donde están los miles de detenidos desaparecidos que todavía sus familiares siguen buscando en Chile. Mariano nunca dejó de luchar por la reconciliación de Chile, afirmando que solo con justicia y verdad era posible sanar la herida que todavía nos sigue doliendo.
Mariano también fue un sacerdote humano que supo celebrar el misterio de Cristo de verdad.  En la misma Eucaristía animaba esa síntesis entre vida y fe, destacando que el misterio de Cristo lo celebramos en nuestra vida, sobre todo con el hermano que sufre. Eso reflejó en una entrevista a la Iglesia de Santiago el 2015:

…ahí me di cuenta que nosotros, los discípulos de Jesús hemos hecho un sobrecargo en la presencia de él, en el cuerpo y en la sangre de Cristo que comemos (en la Eucaristía) y no se si sea tanto en el misterio de Cristo en el atropellado en su dignidad, en el torturado, en el crucificado, en los miles de postergados de hoy… y ese es un solo Cristo.  Al final de nuestra historia se nos va a preguntar qué hiciste por Cristo en el pobre, en el desnudo en el sin casa y no se nos va a preguntar si comulgamos o no[1].

La vida de Mariano Puga refleja con claridad la herencia moral de la Iglesia chilena a la Iglesia universal y a la humanidad. En esa Iglesia muchos crecimos y fuimos formados viendo testimonios de hombres y mujeres, sacerdotes, monjas, laicos y laicas que seguir a Jesucristo implica hacerlo en serio.  Que la celebración de la Eucaristía no tiene sentido si no sigo celebrando esa misma vida con el hermano que sufre.  Que no tiene sentido sentirse Iglesia si mi misma comunidad no puede acoger toda realidad humana, por muy profana que sea, porque los cristianos tenemos la certeza que Dios se hizo parte de toda la humanidad.  Y que anunciar el Evangelio significa riesgos y cuestionamientos, como a Mariano más de alguna vez le ocurrió, incluso con sus mismos hermanos y pastores de nuestra Iglesia.
Este es el “sacerdote humano” que nos seguirá interpelando con la memoria viva de su testimonio profético.  Gracias Mariano, nosotros seguiremos celebrando el misterio de Cristo junto al pobre y al excluido, como siempre nos animaste. 
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[1] https://www.youtube.com/watch?v=tpIWx2b2WDY
Por David Bruna Ortiz (*)

(*) Antofagastino. Licenciado en Filosofía por la Universidad Alberto Hurtado, con estudios en Seguridad Ciudadana.  Actualmente estudia “Master of Science Politics, Economics and Philosophy (PEP)” en la Universidad de Hamburgo, Alemania.
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