Pausa Ignaciana: “Un análisis demoledor”

Por Pablo Walker, SJ.

Hace unas semanas fue presentado el libro Vergüenza, abusos en la Iglesia Católica (UAH/Ediciones), obra de dieciséis autores(as), entre ellas la periodista y teóloga Carolina Del Río M., como co-autora y editora.

Quiero comentar aquí este libro y alentar a su lectura más pertinente ahora después de los resultados del plebiscito por una nueva Constitución que necesariamente se relacionan con un despertar de la conciencia ciudadana respecto de la convivencia entre las culturas y las institucionalidades abusivas. Nos ayudará comprender la lucidez de los sobrevivientes y víctimas del abuso integrando la comprensión de ese daño en horizontes más sistémicos.

Impresiona lo demoledor de su análisis. Un equipo interdisciplinario de abogados, sacerdotes, teólogos(as), periodistas, educadores(as), historiadores(as), psicólogos(as), médicos-psiquiatras, sociólogos, cientistas políticos -muchos de ellos participantes en el Círculo de Estudio de Sexualidad y Evangelio del Centro Teológico Manuel Larraín-, nos invita a “permanecer en la crisis para entender qué tiene que enseñarnos” y a hacerlo con la mente y el corazón abiertos para dejarnos interpelar. La certeza de que “otra iglesia es posible” atraviesa sus más de trescientas páginas, pero lo hace lejos de los buenismos de las intenciones o la candidez de las espiritualizaciones.

Hablo de un análisis demoledor, porque el diagnóstico de “traición” preside este texto. En palabras de Eugenio de la Fuente, sacerdote y sobreviviente, estamos ante una “estafa”, “mentira”, “trampa mortal”, en las que en el nombre de Dios prometimos refugio y permitimos depredación. Los antecedentes prolijamente recogidos no nos permitirán quitarle el cuerpo a la tragedia sacando promedios gracias a las obras buenas de muchos(as) testigos de Jesucristo que dieron y siguen dando su vida en la comunidad eclesial. El mismo autor nos anima a dar un paso para mirar las causas de la tragedia: “La base de esta crisis es una distorsión estructural del uso y del ejercicio del poder en la Iglesia católica que se ha alejado del modo de Jesucristo”.

En este libro la comprensión de las dimensiones estructurales de nuestra crisis avanza con la desgarradora descripción de los daños y de los patrones abusivos en los que profundizará Carolina del Río, relevados a partir de numerosas entrevistas realizadas por ella misma a mujeres víctimas de abuso sexual intraeclesiástico. Su lectura ayudará a comprender aristas más finas de la estructura abusiva  que dejan entrever abusos aún encubiertos, en desarrollo, aún invisibles: teologías que propician un sometimiento “en fe, a los superiores que hacen las veces de Dios”, idealizaciones espirituales que encubren la manipulación de las conciencias y de las conductas hasta en los más mínimos detalles; sesgos de género y de estado clerical (incoados por generaciones en comunidades endogámicas) que facilitan la protección del abusador y la desacreditación de las víctimas.

Otra aguda mirada femenina a esta crisis, entre otras mujeres co-autoras, es la de la psicóloga y analista junguiana María Paz Ábalos. Nos ofrece una visión de la ceguera respecto de la íntima relación entre poder y sexualidad; en el caso de esta crisis, entre abuso de poder y abuso sexual. Nuestros esfuerzos de reparación quedarán reducidos a “vino nuevo en odres viejos” sin una lucidez creciente ante la obnubilación que ejerce en nosotros el acceso a los círculos del poder, especialmente si seguimos viviendo en ambientes que permiten “sexualidades pobres en la integración de los afectos”, con “sobre compensaciones narcisistas” de nuestras dificultades cotidianas y con “espiritualidades infantiles”.

Vergüenza. Abusos en la Iglesia católica

Nuestro encandilamiento ante las personalidades extraordinarias, nuestras proyecciones idealizantes (laicales o clericales), nuestro deseo de ser parte de sus círculos (con las promesas que esas personalidades proveen a los miembros de la institución: buena prensa, vocaciones, prestigio, dinero) implicó, de hecho, en nuestra historia reciente, una desacreditación de la palabra de las víctimas y denunciantes. Un abandono. La autora nos ayuda a ver la trama más profunda de los clericalismos vinculados al elitismo y al mesianismo denunciados por Francisco. Y nos interpela a salir del buenismo, irreflexivo, bonachón, que simula relaciones aparentemente simétricas (“en relaciones de trabajo asimétricas por definición”) que por falta de lucidez permiten la reiteración de los abusos, el encubrimiento de estos y el abandono de las víctimas.

Varios otros hermanos sacerdotes aportan en este libro, no sólo desde la experiencia misma de un sobreviviente sino, además, desde el trabajo de reparación hecho en los tribunales eclesiásticos o desde la teología y la reflexión moral.

Jorge Costadoat SJ nos ayuda a “corregir el camino de las espiritualidades”. Nos invita a reconocer como un “lugar teológico” la voz de Jesús Víctima en el testimonio de las víctimas y sobrevivientes. Al escucharlos aprenderemos que “nada debiera decirse acerca del significado de la cruz a no ser que sea para evitar que los sufrimientos de las víctimas continúen ocurriendo”. Su voz nos llama a salir de espiritualidades individualistas o alienantes o masoquistas que no nos permiten aquilatar de qué deshumanización nos salva Dios a través de la voz de las víctimas de nuestro tiempo.

Carlos Schickendantz nos ayuda a comprender la tarea pendiente de la reforma de las estructuras de la Iglesia. Haciéndose cargo, entre otros documentos, de los resultados del Informe Final de la Comisión Australiana sobre el abuso sexual infantil (2012-2017), releva la constatación de “un modelo no saludable”, como cultura humana e institucional, que permitió que el abuso sexual infantil se produjera y que la respuesta institucional fuera inadecuada. Corregir esa cultura, sostiene el sacerdote, implica poner en acción lo reconocido por el Concilio Vaticano II: “La ayuda que la Iglesia recibe del mundo actual” (G.S.44), para que esta sea transparencia de Dios y de su Evangelio. Y supone relevar la correspondencia entre ambientes insanos (“modelo no saludable”) y teologías insanas que los sustentan.

La propia voz de las víctimas y sobrevivientes, el rol de los medios de comunicación en la visibilización de las denuncias, el estudio de las causas y consecuencias de una cultura de abuso, la creación de comisiones nacionales y estatales de reparación a víctimas de abuso sexual (que en Chile urge), el conocimiento y persecución de delitos por parte del ministerio público, los equipos interdisciplinarios de prevención y reparación… todo este trabajo en la Iglesia debemos recibirlo como una genuina ayuda sin la cual es impensable el futuro. El Espíritu de Jesús está hablando en ellos y ellas.

La agenda de poner en el centro a las víctimas, no sólo de abuso infantil sino también de adultos, es tan ardua como doloroso el daño hecho. Sería ingenuo pretender esbozarla aquí. Sólo invito a leer este libro en su rica multidisciplinariedad. Nos ayudará a comprender cualitativamente la hondura de la crisis y lo urgente de nuestra respuesta. Nos impulsará a dar un paso y a salir de nuestra pretensión de ser neutrales para, como señala la psicóloga Ana María Arón, hacernos “terceros” responsables. Ese será, para las víctimas y sobrevivientes, el mejor reconocimiento. Y un primer paso en su sanación.

Así fue la transmisión del Lanzamiento del libro

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