En su homilía el provincial de la Compañía de Jesús en Chile, Gabriel Roblero SJ, destacó lo que fue su vida: “Vivió una vida amando, creciendo paulatinamente en la configuración con su Maestro Jesús, que lo invitaba a “tener sus mismos sentimientos”. Don Pepe “conoció internamente” a Jesús y, por eso, tradujo en su vida la dinámica de la encarnación, de ese Dios que se hace pobre porque se identifica hasta la médula con el pobre y con el que sufre, que se vacía de su propia riqueza para hacerse semejante a todos, haciéndose esclavo en el amor a toda la humanidad, para morir dándose por entero, y una muerte en Cruz”.
Con gran emoción el padre Roblero destacó el seguimiento de Cristo que hizo don Pepe, ejemplo a seguir por hombres y mujeres de nuestro tiempo: “Su vida fue marcada por un compromiso de seguimiento de su Maestro. Desde joven trató de hacer de su consagración un seguimiento fiel al Jesús pobre de Nazareth, adoptando un estilo de vida sencillo, cercano, prudente. Nunca hizo alarde de su condición social de origen para su satisfacción personal. Muy por el contrario, cada vez que pudo se fue acercando a los pobres y fue encontrando en ellos el rostro vivo de Jesús al que quería servir, se identificó con ellos como uno más”.
La despedida continuó en el Cementerio de la Compañía de Jesús en la comuna de Padre Hurtado, con emotivas palabras de las personas a quienes acompañó hasta el final de sus días, como, por ejemplo, de la Pastoral de la Diversidad Sexual que ayudó a fundar. El último en hablar fue su amigo, el padre Mariano Puga, quien compartió anécdotas de su compañero que sacaron más de una sonrisa en un día en que una vez más se escuchó el grito ¡Pepe, amigo, el pueblo está contigo!