Quinta Semana de Pascua

Comentario a las celebraciones litúrgicas de la quinta semana de Pascua (24 al 30 de abril).
Dentro de dos semanas celebraremos la Ascensión; por eso, nos disponemos para  separarnos de Él, recordando las palabras de Jesús al despedirse antes de su Pascua. En estas semanas, a menudo el texto del evangelio comenzará con la frase “A la hora de pasar de este mundo al Padre…” Y escucharemos la efusión del amor de Jesús por sus discípulos.
En el evangelio de este domingo, Jesús nos señala el amor como el distintivo de los cristianos. Y lo dice con tanto cariño, que los llama “hijitos míos”, aunque el diminutivo desaparece en algunas traducciones, tal vez por un desconcierto pudoroso de los traductores. En el contexto del año de la misericordia, es bueno meditar en esas muestras de cariño de Jesús, y procurar que se reflejen en nuestra vida eclesial. Aunque el pequeño rebaño de Jesús ha crecido mucho en número y necesita institucionalidad, las actuales circunstancias parecen invitar a apoyar la institución en el soporte de la amistad y la confianza, y no en la aparente firmeza del mandato y la distancia. Pablo y Bernabé en la primera lectura de este domingo vuelven a Antioquía con la humildad de quien vuelve a dar cuenta a quienes los han enviado, y no como señores que vienen a tomar cuentas y a poner orden. Tal vez, si nos esforzamos por volver a esa forma de relacionarnos en la Iglesia, nos parecerá más alcanzable esa Ciudad santa que nos muestra el Apocalipsis: “donde no habrá más muerte ni pena, ni queja ni, dolor”.
A lo largo de la semana, los Hechos de los Apóstoles nos enseñan a discernir la voz del Espíritu en los conflictos eclesiales, y cómo ese Espíritu va dando identidad al nuevo pueblo de Dios, distinguiéndolo del antiguo. Y la actitud de Pablo, aparentemente contradictoria, al hacer circuncidar a Timoteo tras haber dejado claro que sólo en Jesucristo -y no en la Ley- encontramos la salvación, nos da un ejemplo vivo de respeto a la cultura de los destinatarios del Evangelio. Porque, al ser Timoteo hijo de una mujer judía era culturalmente de esa nación. El amor hace que el evangelizador se preocupe de adaptarse a la mentalidad de los evangelizados. ¡Y pensar que durante tanto tiempo nos olvidamos de eso! Parece que la exhortación apostólica  La alegría del amor nos mueve a recordarlo.
El ciclo santoral nos presenta en estos días varios modelos de seguimiento de Jesucristo. Comenzamos con el evangelista san Marcos, cuya fiesta celebramos el lunes 25. Luego, el miércoles 27 estamos invitados a recordar al patrono de nuestro episcopado  santo Toribio de Mogrovejo (+1606), arzobispo de Lima y conductor de la evangelización de nuestra parte del continente a fines del siglo XVI. El mismo día el calendario jesuita recuerda al apóstol de Alemania san Pedro Canisio (+1597). A ellos  se agrega el viernes 29 la memoria de Santa Catalina de Siena (+ 1380), doctora de la Iglesia, mujer de carisma profético, que luchó por la independencia y la unidad de la Iglesia en los años finales del cautiverio de Avignon y en los comienzos del Gran Cisma. También es relevante la personalidad del papa san Pío V, recordado el 30,  dominico (+1572) que comenzó a ejecutar la reforma eclesiástica decretada por el Concilio de Trento y promovió la unidad de los gobernantes cristianos ante la invasión turca.

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