Santísima Trinidad – décima semana

Habiendo vivido ya los ‘tiempos fuertes’ de los Ciclos de Navidad y de Pascua, este domingo nos llama a contemplar, como en una síntesis, lo que Dios nos ha revelado de su misterio, en Jesucristo: Su amor se manifestó de manera grandiosa en la Creación y, de manera más maravillosa aún, en la Redención. Nos creó porque nos ama, no porque nos necesitara, y, cuando desconfiamos de su amor y nos apartamos de Él, envió a su Hijo, que murió y resucitó por nosotros, para que reconociéramos que Dios está dispuesto a morir por nosotros, porque Dios es Amor, como lo manifiesta san Juan (1 Jn.4,8). Porque hemos creído que venimos del Padre y vamos hacia Él, por Jesucristo, en el Espíritu Santo, en cada Eucaristía oramos al Padre por el Hijo, unidos en el Espíritu Santo.
Pero no basta con que oremos: Hemos de vivir la fe trinitaria, caminando desde y hacia el Padre, por Cristo, en el Espíritu. Incluso en las actuales circunstancias, nuestra fe en Dios-que-es-amor, nos fortalece, para que seamos personas solidarias con la gente enferma y la gente sana. Somos llamados a manifestar, con nuestra solidaridad y paciencia, que Dios dispone todas las cosas para que contribuyan a nuestro bien (Cf. Rom. 8,28). Nuestra fe en Él nos fortalece para que amemos como Él nos ha amado; movidos por su Espíritu, podremos hacerlo.
En el domingo, la mesa de la Palabra nos hace reconocer el amor invencible de Dios, que es “compasivo y bondadoso…pródigo en amor y fidelidad” (cf. Ex.34, 4-8) y que amó tanto al mundo que envió al Hijo para salvarlo (cf. Jn. 3,16-18). Y, a partir del lunes, nos acompañará el evangelio de san Mateo, comenzando con las Bienaventuranzas. No estamos en el Horeb, sino en otra montaña, en Galilea, y el ambiente no es de truenos y terremoto, sino de acogida coloquial y amistosa. Pero con la autoridad de quien nos dirá varias veces: “Han oído ustedes que se dijo,…” “…pero yo les digo”. Es la ‘nueva ley’ la que el Espíritu escribe en nuestros corazones, como lo había prometido Jeremías. Una ley de amor y libertad que, a la larga, resulta más exigente, porque el amor supera a la ley, también en los detalles.
A escuchar a Jesús, nos prepara el llamado ‘ciclo de Elías’, el “profeta como fuego” (Eclo 48, 1-11). El profeta que comienza manifestando la ira de Dios contra los idólatras, y terminará aprendiendo que sus métodos no son los de Dios. En Sarepta aprenderá que Dios solidariza con los pobres, y aprenderá a compartir. Tendrá que aprender después que Dios no quiere la muerte del pecador, y se hará capaz de escuchar la voz auténtica del Señor en el silencio de la brisa. Por su parte, en el Sermón de la Montaña, Jesús nos enseña a cumplir la Ley en su plenitud; es decir, desde el amor incondicional de Dios y no desde nuestra supuesta capacidad de perfección. Todo lo que queremos fundar sobre nosotros viene del maligno.
En el santoral de esta semana, se destaca la memoria del apóstol san Bernabé, aval y compañero de san Pablo, a quien recordamos el jueves 11. El día 9, se puede recordar a san Efrén (306?-373), padre de la Iglesia. El sabado 13 se celebra al popular san Antonio de Padua (1195-1231), franciscano nacido en Lisboa, insigne maestro de la fe. En cuanto al santoral jesuita, el lunes 8 recuerda a san Jacques Berthieu (1838-1896), francés, mártir en Madagascar. Y el martes 9, a San José de Anchieta (1534-1597) apóstol del Brasil.
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