Semana 15ª. del Tiempo durante el año

 A menudo, podemos tener la impresión de que la doctrina y la moral cristianas van por carriles paralelos. En lenguaje más elegante, podemos hablar de ortodoxia (= la doctrina correcta) y de ortopraxis (el comportamiento correcto). Desde esa perspectiva, podemos encontrar en la liturgia de la Palabra del domingo 15º. de este año, una preciosa confesión de fe respecto de Cristo en la segunda lectura y en el Evangelio el llamado exigente a no limitarnos a un culto correcto respecto de Dios -como el sacerdote y el levita, que evitan el peligro de resultar impuros por tocar un cadáver – sino hacernos prójimos de todo sufriente que podamos encontrar en el camino de la vida como el samaritano –israelita ‘hereje’- que se compromete totalmente (no sólo en los primeros auxilios) con el que yace herido en el camino.

Pero, ¿por qué se nos antepone el texto del Deuteronomio, que nos advierte que el mandamiento de Dios no está lejos de nosotros, sino en nuestra boca y nuestro corazón? Tal vez, para que no separemos el himno doctrinal de la carta a los Colosenses con el llamado a ‘hacer lo mismo’ que el Samaritano. Porque, si nos identificamos con el herido, descubrimos que el Samaritano es el que ha llegado a nosotros, nos ha aliviado de nuestros dolores con el aceite de su cariño, y nos ha lavado las heridas con el vino de la penitencia. Y respecto de nosotros y de los demás, nos invita a hacer lo mismo, porque nos pagará a su regreso.

No podemos, entonces, quedarnos meramente contemplando al que es ‘Imagen del Dios Invisible’… tenemos que hacer por los demás, lo mismo que Él hace por nosotros.

La semana pasada terminó con la fiesta de Santa Teresa de los Andes; este martes 16 celebramos la Solemnidad de Nuestra Señora del Carmen. Ambas celebraciones interrumpen la proclamación continua del “discurso apostólico” en el leccionario ferial (si bien la normativa litúrgica permitiría distribuir en los otros días los textos que interrumpen la continuidad de las lecturas ‘feriales’).  Pero los textos omitidos están en continuidad con las exigencias de conversión que escuchamos el lunes: La Paz de Jesucristo no es mera tranquilidad: La paz de Jesús se logra en el tomar la cruz y seguirlo. Y quien no haga caso de los llamados de los mensajeros, corre el riesgo de correr una suerte peor que la de los habitantes de Sodoma.

Por este año, hemos terminado nuestro rápido periplo por el Génesis y nos asomamos al Éxodo: en el horno de la esclavitud se acrisola el pueblo elegido, al que Dios comienza a liberar por medio de Moisés y Aarón. No será un camino fácil, incluso por la resistencia del mismo pueblo a desprenderse de las ventajas de la esclavitud. Y nuestra Iglesia, en Chile, tendrá también que atreverse a salir de la tranquilidad corrupta de la situación actual, a pesar de las contradicciones externas e internas. Nos ayudará, ciertamente, la intercesión de Nuestra Señora del Carmen, bajo cuya protección maternal nos dejó el mismo Jesús. Escuchémosla a ella cuando nos diga: “Hagan todo lo que Él les diga”.

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