Tiempo de memoria agradecida

Uno de los llamados apostólicos, para nuestra vida y misión, a los que nos ha invitado nuestra Provincia chilena, es Compartir nuestra experiencia de fe en Jesucristo y su Reino. Y qué mejor que hacerlo con quienes este 2022 celebran su jubileo en la Compañía de Jesús. Gracias a cada uno por su testimonio de fe y por mantener viva su vocación.

Por Ingrid Riederer

Artículo publicado en Revista Jesuitas Chile N. 54

 José Arenas SJ: “Estoy al servicio del pueblo de Dios”

Hace sesenta años José Arenas sj entró a la Compañía de Jesús, de la cual siempre ha estado cerca: lo bautizaron en la Parroquia Jesús Obrero y estudió en su escuela parroquial, actual Colegio San Alberto. La enseñanza media, las humanidades de ese tiempo, la realizó en el Colegio Rubén Castro de Valparaíso. “En ese periodo el padre José Tomás Alarcón sj cumplió sesenta años en la Compañía y yo pensaba que era un anciano venerable, y ahora yo estoy en esas circunstancias”, recuerda entre risas. “Estoy agradecido, contento, tratando de hacer lo que se pueda para trabajar por el Reino y ayudando en lo posible para anunciar el Evangelio”. El nacimiento de su vocación fue algo muy natural, y se decidió por la Compañía de Jesús porque le atrajo la vida comunitaria que comparte el trabajo y la vida. “Colaboro en lo que haga falta, soy un obrero, y me gusta aprender a hacer las cosas mejor. Por ejemplo, aunque me fue bien estudiando derecho canónico matrimonial, aprendí mucho más como miembro del Tribunal Eclesiástico de Concepción quince años después. La Compañía me ha dado instrumentos para servir donde haga falta”, agrega.

 —¿Es igual ser sacerdote hoy que hace sesenta años?

Vi el cambio de la Iglesia después del Concilio Vaticano II, que fue pasando de una vida más ascética a una vida más humana en cuanto a una mayor preocupación por la gente, dejando de ser una especie de “almacén de sacramentos”. Se ha hecho más cercana al pueblo tomando conciencia de que el sacerdocio es común. La crisis que estamos viviendo tiene que ver con eso, con una Iglesia en que el presbiterado tiene un cierto poder que ha provocado una distancia. Nosotros no estamos más cerca de Dios… no, todos estamos cerca de Dios. Me ayuda el saber que estoy al servicio del pueblo de Dios y de la comunidad en lo que haga falta.

André Hubert SJ: “Estar atento al bien de otros”

La celebración para André Hubert sj es por partida doble: sesenta años de su ingreso a la Compañía y cincuenta desde su ordenación como sacerdote. “Sigo apasionado por mi vida de religioso y de sacerdote. Es la primera vez que soy el más viejo de mi comunidad. Dicen que la edad es signo de sabiduría. Dicen… creo y veo que la sabiduría es algo en que se crece cada día (espero). La vida sacerdotal nunca acaba. El sacerdos in aeternum siempre me ha fascinado y esto significa crecer en Cristo y estar atento para el bien de otros”, comparte desde Antofagasta. Nació en una familia humilde y profundamente católica en un pequeño pueblo del sur de Bélgica, y desde joven quiso ser sacerdote diocesano. La decisión por la Compañía la tomó al final del colegio, durante un retiro. Toda su formación se hizo con los esquemas antiguos, pero mirando hacia las novedades del Concilio Vaticano II: “Vivimos la desaparición de la sotana, los cambios litúrgicos y, sobre todo, el cambio de mentalidad. El Concilio nos llenó de esperanza. Si el entusiasmo se ha mermado con los años, si la crisis vocacional, el retiro de no pocos sacerdotes y, últimamente, el reconocimiento de los abusos, me han hecho sufrir, no han disminuido mi deseo de vivir plenamente mi sacerdocio y mi inserción en la Compañía”.

—¿Cuál es su sentimiento hacia la Compañía de Jesús?

La Compañía me ha confiado misiones en muchas partes: en Santiago, en Concepción, en Chuquicamata, Arica y Antofagasta, he estado en parroquias, en formación, en el trabajo universitario. He podido acostumbrarme en cada lugar y función. Yo, que viví mi infancia en el campo, entre potreros y animales, ahora amo entrañablemente el desierto y sus coloridos. Esto prueba que el Señor me ayuda a vivir mi vocación en todas las etapas: me fascina esta vocación en todos sus aspectos.

Jorge Muñoz SJ: “Con Jesús soy un compañero de camino de tantos y tantas”

A veinticinco años de la ordenación sacerdotal, su sentimiento es de gratitud al Señor por su fidelidad con quienes llama a este ministerio, y también porque en este caminar, Jorge Muñoz sj ha sentido y experimentado “cómo el Señor ha actuado a través de mi persona para el bien de los y las demás. Y no es que me sienta más importante por ello, al contrario, es la gratitud por haberme invitado, por haberme llamado, y por haberme vencido, haciendo que este ministerio que he podido vivir sea una manifestación suya para acompañar a su pueblo”. Su vocación nace en su hogar y en su colegio, unidos fuertemente: “El testimonio de mi papá y mi mamá que se desviven por el bien de sus dos hijos. Y una educación en la que me fui sintiendo invitado a servir, puesto que en ese servicio estaría mi felicidad. Cuando me encontré más personalmente con Jesús, pude unir las dos experiencias: el gastarse por otros y el servicio como camino de vida por amor a Jesús”. Su elección por la Compañía fue algo natural, ya que al ser alumno del Colegio San Ignacio El Bosque la Compañía era el medio en el cual iba creciendo y descubriendo quién era.

—¿Qué es lo que más destaca de su servicio en la Compañía?

A través de mi servicio en la Compañía y en la Iglesia, el Señor me ha ido modelando, a veces con duros golpes de cincel, pero donde finalmente ha ido apareciendo alguien que solo busca ser su compañero de camino y, con Él, compañero de camino de tantos y tantas.

Pedro Labrín SJ: “Amar a Jesús en medio de su pueblo”

 —¿Cuál es su sentimiento en este jubileo?

 Veinticinco años de sacerdocio… ¿Siempre feliz? No. ¿Siempre de acuerdo? No. ¿Veinticinco años de santidad? No siempre. ¿Siempre realizado? Sí, gracias a Dios, que me llamó a ser sacerdote en la Compañía. No he ido donde he querido. En verdad todos mis destinos me han sido pedidos o al menos propuestos. En alguno he experimentado el profundo crecimiento del fracaso, pero en todos he sentido que es donde tenía que estar.

Pedro Labrín sj confiesa que “desde siempre el ronroneo de Dios me acompañó. Lo disfracé con las más variadas poses sociales. Aprendí a escuchar a Dios en la ternura protectora de mi familia, antes de ir a catequesis de primera comunión, catequesis que me marcó para siempre”. En la adolescencia, fue a misiones en Contulmo con la Iglesia “Alianza Cristiana y Misionera”, y gracias a la predicación reconoció que Jesús era el Señor y única elección. “Mis papás aguantaron todo con paciencia… no me contaminaron con sus católicas y escépticas dudas ante la ‘conversión’ de un reconocido ‘terremoto’”. Pasaron los años y un cambio de ciudad que significó también un brutal cambio de contexto, marcado por la muerte de su papá “y la más ignominiosa pobreza en un Chile en ruinas de principio de los años ochenta. Entonces apareció la Compañía de Jesús, me la presentó mi hermano Polo Labrín sj. Desde entonces, lo que se me regaló en la infancia, ha sido norte claro. La Compañía ha sido siempre un dinámico camino para conocer a Jesús y para más amarlo y seguirlo en medio de su Pueblo”.

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