Entre el primer domingo de Adviento y el domingo de Pentecostés, hemos podido meditar y contemplar una síntesis de la Historia de la Salvación. En el domingo que inicia esta semana, reconocemos y celebramos que Dios, tras haberle dicho a Moisés: “Yo soy el que soy” (o, según algunos, “yo seré el que será”), se ha manifestado plenamente como “Uno en tres Personas”, según el catecismo. O, como dice la primera Carta de san Juan (48): “…Dios es Amor”. Amor que se despliega en favor nuestro, al crearnos para compartir su existencia y, sobre todo, al ‘despojarse de su rango y hacerse semejante a nosotros’ (cf.Fil. 2,7). Un misterio de amor que aceptamos gracias al Espíritu que nos introduce en toda la verdad, como nos dice Jesús en el evangelio de este domingo.
Lo que hemos podido conocer acerca de Dios como Iglesia, podemos encontrarlo resumido en el prefacio propio de la plegaria eucarística de esta fiesta. Aunque podemos, mejor, contemplarlo en la Plegaria IV, que canta la grandeza de toda la obra divina en favor nuestro.
Durante la semana, la Mesa de la Palabra sigue alimentándonos con la segunda carta de san Pablo a los Corintios y con el Sermón de la Montaña en el evangelio de Mateo. Como se trata de dos lecturas semicontinuas, no hay que buscar un “tema” unificador en cada Misa, pero se suelen dar coincidencias que el Espíritu aprovecha para llamarnos a nuevas maneras de proceder en nuestra vida.
La segunda carta a los corintios es, en realidad, un “archivo” de correspondencia entre el apóstol y una comunidad muy viva. En esta semana se nos ofrece un texto de la primera parte de ese archivo: Pablo muestra cuál ha sido su servicio a la comunidad al mismo tiempo que su cariño por ella, aunque le ha dado tanto trabajo. El martes y el miércoles se nos presentarán dos esquelas del apóstol a la misma comunidad, promoviendo la generosidad de los corintios por la comunidad necesitada de Jerusalén. Entre el jueves y el sábado, cambia el tono, porque se trata posiblemente de una carta anterior, en la que Pablo reprende a los corintios, que se han dejado enredar por otros maestros. Es bueno reconocer que las “crisis” no son novedad en las comunidades.
El final del capítulo 5 y el capítulo 6 de Mateo, encuentran ciertamente su corazón en la oración que Jesús nos enseña. Hemos de saborear el amor del Padre, para poner nuestra vida en sus manos. Buscaremos, entonces, el Reinado de Dios y su justicia, sabiendo que nada nos faltará.
En el santoral de la semana se destaca el viernes 21 la figura de san Luis Gonzaga (1568-1591), miembro de una familia noble italiana, quien, después de haber dejado todo para ingresar a la recientemente fundada Compañía de Jesús, murió tras haberse contagiado atendiendo a los apestados en Roma. El sábado 22 se puede recordar tanto a san Paulino de Nola (+431), obispo, como a santos John Fischer y Tomás Moro (+1535), mártires por su fidelidad a la unidad de la Iglesia. Tomás Moro, gran humanista, es el patrono de los políticos cristianos.
JMA, SJ.