Comentario a las lecturas de la liturgia del 9 al 15 de octubre
El pecado nos aparta de Cristo, y del cuerpo de Cristo, que es la Iglesia. Como la lepra en la antigüedad, que hacía aislar a los enfermos y les impedía la convivencia humana. Era el caso de los diez leprosos en el evangelio de este domingo. Ni siquiera se acercan a Jesús: le gritan desde lejos, con la expresión que en la liturgia traducimos por “ten piedad”, y que dirigimos también a Jesús en los ritos iniciales de la Misa. Jesús les manda presentarse a los sacerdotes, encargados de reintegrar a la comunidad a los sanados de la lepra. Nueve de ellos cumplen con la legislación, mientras que un samaritano –un hereje o semipagano para los judíos- reconoce que la salud le ha llegado por Jesús y no por la ley. Por eso, regresa ante Jesús, dando gritos, alabando a Dios, y se postra ante él “haciéndole eucaristía”, dice literalmente el texto griego. Es decir, “dándole gracias”. Parecido gesto de gratitud es el del sirio Naamán, en la primera lectura de este mismo día, quien se lleva tierra de Israel en su regreso a Damasco, para dar culto agradecido a Dios que lo ha liberado de su lepra, por medio del profeta Eliseo.
En este año de la Misericordia, estas escenas nos hacen preguntarnos por la actitud con que nos acercamos a la celebración dominical: ¿Venimos a dar gracias porque hemos sido “misericordiadxs”, o venimos a cumplir con una ley? Porque en cada eucaristía recordamos la entrega de Jesús por nosotros y, de alguna manera, nos unimos con Cristo Jesús en su muerte, para participar de su gloria. Es lo que nos dice san Pablo en sus palabras a Timoteo: “Acuérdate de Jesucristo (…). Si somos infieles, él es fiel, porque no puede renegar de sí mismo”. Que al ser conscientes de las gracias recibidas, alabemos a Dios como el samaritano de esta escena, para que podamos escuchar: Tu fe te ha salvado.
Durante la semana, la carta a los Gálatas nos invitará a profundizar en la libertad que hemos recibido de Cristo. Esa libertad que nos lleva a vivir en la alegría del Espíritu, para que nos abramos a los planes de Dios. Desde el jueves comenzamos a meditar en esos planes amorosos, guiados por la carta a los Efesios. Al mismo tiempo, el evangelio de san Lucas nos sigue haciendo contemplar la larga subida de Jesús a Jerusalén: se acentúa el conflicto de Jesús con los escribas, los fariseos y los magistrados de su pueblo. En paralelo con la libertad cristiana de la carta a los Gálatas, aparece la necesidad de pedir la gracia de perseverar en la opción por Jesucristo, siendo fieles al Espíritu Santo.
En el santoral, el martes 11 podemos celebrar la memoria del Papa San Juan XXIII (+1963), en el aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, convocado por él. El 12, se puede celebrar la memoria de la Virgen del Pilar; el 14 se puede recordar al papa y mártir san Calixto (+222); el 15 se destaca la memoria de santa Teresa de Jesús (1515-1582), mística doctora de la Iglesia, reformadora de la Orden Carmelita, cuya pascua ocurrió en la noche en que comenzó a regir el calendario gregoriano, por lo que tras el 4, amaneció el 15 de octubre. Todavía hoy algunas iglesias cristianas conservan el calendario juliano, lo que hace que celebremos la Pascuade resurrección en días distintos.
JMA, SJ
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