La celebración del Santísimo Cuerpo y Sangre de Jesucristo ha abierto esta semana, como una de las últimas fiestas que interrumpen el ciclo dominical, en el que este año acompañamos a Jesús en su ministerio, guiados por el evangelio de san Mateo.
El mismo evangelista nos ha acompañado en la semana que pasó, y seguirá ayudándonos a escuchar a Jesús como nuevo y definitivo Moisés, promulgando, no un nuevo Decálogo, sino la plenitud del antiguo, en el que llamamos “Sermón de la Montaña”. Como dice el mismo Jesús, no vino a abolir la Ley y los Profetas, sino a ‘darles cumplimiento’. Su Cuerpo, que es la Iglesia, continúa esa misión. Confiamos, entonces, en el Señor que es fiel a sus promesas, mientras que, unidos a Él, renovamos nuestra vida eclesial para llegar a hacer lo que Él haría en nuestro lugar.
Durante la semana, Jesús nos enseñará cómo hacerlo: nos llamará a perdonar, a no resistir al mal, a amar a los enemigos, a confiar en el amor del Padre celestial, que conoce y aprecia nuestras acciones más secretas, y a imitarlo en nuestras relaciones con los demás. Nos mostrará, finalmente que debemos fiarnos del amor providente de Dios y no dejarnos inmovilizar por la carencia de bienes materiales.
En las lecturas del Antiguo Testamento, los ciclos de Elías y de Eliseo en los libros de los Reyes, nos mostrarán el reverso de la medalla: Los crímenes, las injusticias y sufrimientos que provoca una vida en la que un jefe se idolatra a sí mismo y abusa del poder. Volvamos, entonces a la actitud de Pablo en el texto que escuchamos este domingo: Que nuestro único deseo sea agradarle, porque todos debemos comparecer ante el tribunal de Cristo.
El santoral de la semana permite recordar el viernes 19 a san Romualdo (+1027), que vivió en la península itálica, ermitaño y padre de la familia monástica camaldulense. Y, aunque corresponde ya a la próxima semana, el domingo 21, aunque no se celebra su memoria, podemos encomendarnos a san Luis de Gonzaga (1568-1591), joven estudiante jesuita que murió en Roma por dedicarse a cuidar a los afectados por una peste. Un ejemplo de desafiante actualidad.
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