Comentario a las celebraciones litúrgicas de la vigésima semana del tiempo durante el año.
Un profeta no es un adivino de la buenaventura, ni se dedica a evadirse del tiempo, para anunciar los hechos futuros. Es alguien que mira el presente desde la perspectiva del Señor: desde su Palabra y con un corazón misericordioso como el suyo. Y la misericordia no es desentenderse de lo que alguien (o un pueblo) hace o deja de hacer. La misericordia reconoce y comprende la debilidad humana. Invita a superarla y muestra cómo hacerlo; llama a corregir lo que está mal y a aceptar las consecuencias de los errores y pecados. Desde ella y con ella se pueden soportar con paciencia los males provocados por los pecados propios y ajenos, y esperar –tras la cruz- la mañana de la resurrección.
Por eso, Jeremías anuncia el exilio del pueblo de Dios en Babilonia, y Jesús anuncia que ha venido a traer la guerra y la división hasta en la familia, y que debe ser sumergido en el bautismo de la muerte, que anhela, y al que nos ha invitado a estar preparados, como los servidores fieles de los que nos hablaba el domingo pasado. A este Jesús, la carta a los Hebreos nos lo presenta como el que inicia y consuma nuestra fe, y nos llama a correr resueltamente tras Él, en unión con la ‘nube de testigos’ de la primera y la segunda Alianzas. Como Maximiliano Kolbe, cuya memoria coincide con este domingo, el que se ofreció conscientemente a morir, en lugar de un padre de familia que iba a ser ejecutado en castigo por la evasión de otro prisionero de Auschwitz.
Durante la semana, seguimos escuchando al profeta Ezequiel, que proclama la fidelidad de Dios ante los exiliados en Babilonia: Dios mismo pastoreará a su pueblo, cuyo cautiverio hace que el nombre del Misericordioso sea profanado entre las naciones. El pueblo convertido en un montón de huesos secos, será resucitado, de modo que ese Nombre será ahora santificado. El regreso de la gloria de Dios al Templo es la manifestación más clamorosa del amor invencible de Dios por su Pueblo. Por su parte, en el evangelio de san Mateo, somos invitados en esta semana a seguir de manera práctica el camino de Jesús, desprendiéndonos de los bienes materiales e imitándolo a Él, que no vino a ser servido, sino a servir.
En el santoral, encontramos en primer lugar, el lunes 15, la solemnidad de la Asunción de la Sma. Virgen María, que nos hace verla a ella ya en la gloria que nos espera, gracias a la obra redentora de Jesucristo. El martes 16 podemos recordar a san Esteban (975 -1038), responsable de la cristianización de Hungría y su primer rey. El jueves 18, recordamos a san Alberto Hurtado (+1952) “visita de Dios a nuestra tierra”, y en su homenaje celebramos el Día Nacional de la Solidaridad. El viernes 19 se celebra a san Juan Eudes(1601-1680), fundador de una congregación consagrada a manifestar la misericordia divina y a trabajar en la formación sacerdotal. Y el 20 se recuerda a san Bernardo de Clairvaux (Claraval), figura relevante de la Iglesia en la primera mitad del siglo XII (1090-1153), que contribuyó a la renovación de la vida monástica por su colaboración decisiva en los comienzos de la orden cisterciense. Son parte de esanube de testigos de la que nos habla la carta a los Hebreos en este domingo.
Nueva edición de revista Jesuitas Chile
Los principales temas son los desafíos del área de parroquias, reflexiones respecto de la defensa del medio ambiente, y las proyecciones del área de vocaciones y juventudes