Tercera semana de Pascua

Mientras el evangelio de este tercer domingo nos permite identificarnos con los discípulos de Emaús (según algunas personas, esos discípulos serían Cleofás con su mujer, a quien Juan menciona junto a la cruz de Jesús), la lectura de los Hechos nos pone en los momentos en que con Pedro comienza la tarea evangelizadora de la Iglesia.  Así la mesa de la Palabra nos ayuda a tomar conciencia de que nuestra misión no consiste en  moralizar o dogmatizar, sino en aprender a reconocer al Peregrino que se acerca a nosotros, en cada persona y en cada acontecimiento. La mayor parte de las veces, seremos nosotros los que nos alejamos de la comunidad porque esperábamos algo prodigioso y nos hemos chocado con la realidad humana, rutinaria, cuando no pecadora, de la comunidad. Alguna vez también, podremos ayudar a otras personas a reencontrarse con el Cristo que acompaña en el dolor, y con el Padre que acoge y hace fiesta para quien regresa a Él, pero que no nos impide equivocarnos, apartarnos de Él, y caernos en nuestro camino. Ojalá, entonces,  nuestra fracción del pan  constituya un encuentro con Cristo vivo y presente en la comunidad, y no la obligación penosa de asistir a un ritual no siempre comprensible.
Volver periódicamente a compartir el pan de la Palabra y de la Eucaristía, nos ayudará a tener la actitud que nos propone la carta de Pedro, cuando nos llama a “vivir en el temor mientras estamos de paso en este mundo”. Esto no significa vivir aterrados jugando con los números del Apocalipsis o con los anuncios de terremotos y cataclismos, sino vivir en la fe y la esperanza en el amor del Padre revelado en Cristo. Que arda entonces nuestro corazón, y  reconozcamos que para compartir el triunfo de Jesús, es necesario compartir antes el misterio de su cruz.
La fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz que celebramos el miércoles 3, nos ayudará a recordar eso mismo, así como la fiesta de los apóstoles Felipe y Santiago el jueves 4. Junto con las memorias de San José Obrero, el lunes 1 y la de san Atanasio (295?-373), obispo de Alejandría desde el año 328, nos muestran de diversas maneras cómo se prolonga en la vida de la Iglesia el Misterio Pascual. El santoral jesuita recuerda el viernes 5 a san José María Rubio (1864-1929), apóstol de los barrios obreros de Madrid.
La lectura semicontinua de los Hechos de los apóstoles, resultará interrumpida en los primeros días de esta semana. La retomaremos para contemplar la conversión de Saulo,  llamado por el mismo Jesús a continuar la labor evangelizadora y reflexiva que libra a los cristianos de convertirse en una secta más dentro del judaísmo. La comunidad con “un solo corazón y una sola alma” se mantendrá siempre como el ideal querido por Jesús, pero es muy posible que no haya existido en la realidad. Sin embargo, la acción del Espíritu logra que las crisis se transformen en ocasión de crecimiento en número y en calidad de los creyentes.
También la proclamación del capítulo 6 de san Juan va a resultar omitida en la mayor parte de la semana. Sólo asistiremos a la última parte del discurso ‘del Pan de Vida’, con la reacción escandalizada de muchos y la profesión de fe de Pedro, que podemos hacer nuestra: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.

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