Ref/.: para disponernos a celebrar la Fiesta de San Ignacio de loyola 2021
Queridos compañeros jesuitas, amigos/as y colaboradores/as,
Les escribo para disponernos durante este mes a preparar la Fiesta de San Ignacio de Loyola, el próximo 31 de julio. Lo haremos como parte del Año Ignaciano, en que la Compañía de Jesús está conmemorando los 500 años de la conversión de Ignacio. Estas fiestas nos invitan a profundizar en la raíz de nuestra espiritualidad y a seguir convirtiendo nuestra vida y vocación, pidiendo la gracia de ver todas las cosas nuevas en Cristo. Acogiendo esta moción del Espíritu me he atrevido, con humildad, a ofrecerles una reflexión de lo que hemos vivido como país, especialmente el último tiempo.
Estamos protagonizando hitos marcantes para nuestra historia. Las manifestaciones que comenzaron el 18 octubre de 2019 fueron la eclosión de un estallido social latente en nuestro país, fruto de un malestar profundo a causa de las muchas injusticias estructurales que experimentamos en nuestros territorios. Lo anterior, dio cauce al plebiscito del año pasado y a la reciente elección de representantes para la Convención Constitucional que redactará la futura Carta Magna de Chile.
Nuestra sociedad está experimentando cambios profundos en la manera de concebir la política y de comprender las bases del desarrollo social. Especialmente, se percibe un cambio en el modo de relacionarnos, donde cada vez hay menos cabida para las distinciones de clase y los privilegios, lo que requerirá mayores espacios de diálogo y democratización de las decisiones. La diversidad y multiculturalidad de Chile están siendo más evidentes que nunca. Distintos grupos han reclamado, con justa razón, su voz en la sociedad: las mujeres demandando el fin del machismo y el patriarcado; las diferentes expresiones y realidades de la diversidad sexual; los migrantes y sus derechos; los pueblos originarios con sus reivindicaciones históricas; el respeto y cuidado por la biodiversidad, entre varios otros. Estos temas, que han surgido como parte del debate de la nueva Constitución, también nos interpelan respecto a la forma de concebir y realizar nuestra misión como Compañía de Jesús.
Las instituciones de todo tipo, entre ellas la Iglesia de la que formamos parte y la propia Compañía de Jesús, parecen estar cada vez más invalidadas. Hemos perdido legitimidad y, con ello, capacidad para escuchar, canalizar y solucionar los desafíos en materia de desarrollo humano y social, de equidad e inclusión.
Con todo, tenemos la posibilidad de dejarnos permear por las transformaciones que estamos experimentando como nación, porque nuestra labor apostólica es en el mundo y desde el mundo. Somos llamados, como nos invita Ignacio, a reordenar nuestra mirada y sensibilidad por medio de los Ejercicios Espirituales, dejándonos convertir por aquello evangélico que nos presentan los nuevos modos de vínculo. Esto, sin duda, nos demanda ser flexibles, comprendiendo que la incertidumbre es una oportunidad única para definir una nueva forma de organizarnos, acorde con nuestra época y sus exigencias.
Como le ocurrió a Ignacio de Loyola, el Señor nos sigue llamando a vivir según su modo, desde la compasión, promoviendo el bien común y la justicia, y reconociendo la dignidad de toda persona. Confiar en el Señor de la Historia significa conectarnos con lo que está movilizando a muchos grupos y personas que buscan un futuro mejor. ¿Cómo entendemos la misión de la Iglesia y de la Compañía de Jesús en este contexto cambiante?
Puede ser que a algunos les cause temor el momento actual. En un contexto delicado como el actual, es también propicio para que emerjan integrismos y populismos, así como autoritarismos y violencias por parte de diversos grupos sociales o, peor aún, desde el mismo Estado. Ante esto, algunos se atrincherarán en sus templos o buscarán refugio en sus tradiciones y costumbres de siempre. Pero ¿estamos dispuestos a salir al encuentro de la gracia que Dios nos ofrece en este tiempo de crisis?
No podemos renunciar a trabajar por los sueños de un mejor futuro, desde la sana convivencia social y el respeto sagrado por la vida. Desde la rica multiculturalidad y diversidad de los territorios de nuestro país, Dios nos llama a profundizar en nuestra identidad como Iglesia para que, al modo de Cristo, nuestras palabras y actitudes nos muevan a amar y servir, convirtiéndonos en prójimo de todo el que lo necesite (cf. Le 10,25-37). Dios nos está llamando a colaborar desde nuestra fe, para que, desde nuestras comunidades, instituciones, obras y territorios donde estamos, contribuyamos a la reconciliación (cf. 2 Cor 5,18-21) y construcción de una sociedad más justa e integradora (cf. Gal 3, 28).
Debemos entender que el Chile que hemos conocido hasta ahora y que ha tenido una matriz católica clara y transversal, ya no será necesariamente así. No podemos pretender que se imponga una ética y práctica religiosa que hace cada vez menos sentido a nuestros compatriotas, porque ha dejado de conectar con ellos y su reali dad. Con todo, tampoco podemos renunciar a contribuir en el debate social, de manera inteligente y propositiva, desde el tesoro antropológico y espiritual de nuestra tradición, poniendo la hospitalidad, la fraternidad y la dignidad humana y de la creación, al centro.
Hoy, como Provincia Chilena de la Compañía de Jesús, estamos recibiendo un claro llamado de Dios para anunciar, transmitir y celebrar nuestra fe. La creciente “exculturación” del cristianismo no es en sí una mala noticia: es un llamado y una gran oportunidad para volver al Evangelio de Jesús . En este proceso de renovación y conversión, todos somos necesarios y todos debemos participar. Estamos siendo llamados por el Señor, juntos, a construir una nueva tierra y una nueva creación (cf. Ap 21).
Les animo a que en la preparación de la Fiesta de San Ignacio, y en este Año Ignaciano que hemos comenzado a celebrar, nos preguntemos por el tipo de mística evangélica que requerimos vivir, para que el anuncio de Jesucristo siga siendo una buena noticia para las nuevas generaciones, para el Chile que viene, y también para nosotros.
Fraternalmente en el Señor,
Santiago, 1 de julio de 2021
P. Gabriel Roblero Cum, SJ Provincial