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Estamos agotados. Han sido meses muy desgastantes. Ha habido exceso de violencia, demasiada destrucción. La gente comienza a crisparse. Trolls por todos lados, funos a la vuelta de la esquina. Bocinas. Manotazos. Los mismos que celebramos los cambios por venir, anhelamos que vuelva la paz porque nos estamos avinagrando por dentro y se nos puede ir el país de las manos.
Navidad: los cristianos cantarán “noche de paz, noche de amor”. Las últimas semanas por todos lados hemos escuchado a Víctor Jara: “El derecho de vivir en paz”. Pero, ¿habrá paz la noche del 25? ¿Habrá paz para el invierno del 2020?
La celebración navideña no asegura nada. El mismo Jesús complica las cosas. Si uno contempla el pesebre, debe recordar que de allí salió el varón que, en algún momento, de un modo intempestivo, dijo: “No piensen que he venido a traer paz a la tierra. No he venido a traer la paz sino la espada” (Mt 34). Jesús fue conflictivo. Lo mataron personas malas, sí, pero él las provocó. El anuncio de Jesús de la misericordia infinita de Dios resultaba intolerable a los administradores del Templo. El niño del pesebre fue un Jesús insoportable. Si no se tiene en cuenta esto, la paz que invocaremos esta Navidad será fatua.
¿Qué hacer para conseguir una paz duradera, una que nos aliente durante el 2020? ¿Qué hacer para que predominen en nosotros estas otras palabras del Cristo resucitado: “La paz esté con ustedes” (Jn 20, 21)?
Encontré un graffiti que me ha dejado pensando: “Mata tu paco interior”. Las ciudades están llenas de expresiones violentas contra los carabineros, frases justas e injustas, sentencias que muchos policías no merecen, pero dejemos de lado este tema.
Esta sentencia “Mata tu paco interior” tiene un mérito espiritual. Sí, espiritual: hace mirar el mal que anida en el propio corazón; el mal que mata porque nos mata. El graffiti es un llamado a un combate espiritual. Por una parte, nos invita a triunfar sobre el miedo a quienes nos violentan. Hay pacifismos que, en realidad, son pura cobardía. Irenismos. Por otra parte, nos pide que reconozcamos que también nosotros podemos ser violentos. Cualquiera ser humano lleva un “paco” adentro, un enemigo interno, un abusador que castiga a los demás porque nos castiga a nosotros primero. Opino que estos dos triunfos dentro de nuestra alma son senderos obligados a la auténtica paz. No solo matar en el corazón el odio, el rencor y la violencia es una victoria; también lo es superar los miedos que nos impiden luchar por la justicia.
Esta Navidad los cristianos, y cualquiera que quiera sumarse, tiene la oportunidad de acumular paz para un 2020 que también puede ser violento. Se me ocurre que delante del pesebre podemos hacer dos ejercicios espirituales. Uno, concentrarse en el daño que han sufrido los dañinos. Convendría hacer memoria de las personas damnificadas por un país acostumbrado a la violencia cultural y social. Cristo crucificado, de algún modo, los representa a todos ellos. Otro ejercicio espiritual puede ser pedirle al niño que nace, por ejemplo, que nos dé la grandeza de tolerar que en el plebiscito de abril próximo gane la opinión contraria a la nuestra. ¿Seremos, desde ya, capaces de soportar tranquilos esta posibilidad? ¿Practicaremos la democracia del corazón, fuente interior de la democracia política? Antes que esto, ¿seremos capaces de entender, por ejemplo, que haya gente mapuche que no vaya a votar?
La paz de resucitado sea con ustedes.
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Nueva edición de revista Jesuitas Chile
Los principales temas son los desafíos del área de parroquias, reflexiones respecto de la defensa del medio ambiente, y las proyecciones del área de vocaciones y juventudes