A través de tres pasajes del nuevo testamento el profesor Samuel Yañez nos hace reflexionar sobre las posibilidades que tenemos como sociedad ante el estallido social y los días que vinieron tras el 18 de octubre de 2019.
Por Samuel Yáñez (syanez@uahurtado.cl)
No cabe duda que vivimos como nación un momento delicado, polémico, crítico, que, sin embargo, es una oportunidad.
La semana pasada, en una de las calles que circundan la universidad donde trabajo, tuve una conversación con un estudiante que asistió durante el semestre a mis clases de filosofía medieval. “Profe, desde hace tiempo que tenía una sensación que pensaba que era mía, y que no veía reflejada tanto en otros. Pero con esto que está pasando, esta sensación ha resultado compartida por muchos. Es la sensación, ahora más que eso, de que unas botas están sobre mi cabeza. No me refiero a botas militares, sino a la experiencia de una sociedad abusiva”. Me ha dado mucho que pensar este estudiante.
El 18 de octubre puede ser interpretado como un estallido social de ira y rabia frente a los abusos. En esto, estamos en el top ten: desigualdades abusivas en salud y educación; ganancias escandalosas de las cadenas de farmacias, con los precios de los remedios, y de las AFP (si las comparamos con las pensiones de gran porcentaje de jubilados); cerrojos constitucionales que son un muro (por los altos quórums exigidos y por esa especie de tercera cámara que es el Tribunal Constitucional) de defensa del privilegio arbitrario; descalabro de vidas infantiles y juveniles por la falta de oportunidades y la droga; robo de grandes sumas del erario nacional en las instituciones armadas; etc… No pretendo hacer una enumeración exhaustiva. ¿En qué país vivimos? A esto hay que sumar el abuso eclesial, el abuso de género (con su secuela de muerte) y el abuso infantil (lacra lamentablemente extendida en el territorio nacional).
El 18 de octubre se corrió un velo, la tierra se abrió, y quedó al descubierto y en primer plano lo que tapaban las luces. La evasión del Metro apuntó a la elusión de impuestos. Tomamos conciencia dramáticamente de la condición alienada de nuestra vida social. En términos de fe cristiana, caímos en la cuenta de nuestro pecado social. El abuso de años trae abusos, aprendemos a abusar: pequeños y medianos comercios son saqueados; el cuidado del orden público se realiza sin consideración de las personas, mutilando ojos a mansalva; edificios son destruidos y quemados (hoteles, restaurantes, hospitales, supermercados), lastimando fuentes laborales. La violencia se instala en el lenguaje.
¿Qué hacer? ¿Qué haría Cristo en nuestro lugar? (Alberto Hurtado)
Vienen a mi corazón tres pasajes del nuevo testamento.
El primero es la expulsión de los mercaderes del templo por parte de Jesús. Es un gesto profético. El templo de Jerusalén constituía también el foco de un sistema económico abusivo. En este caso, se abusaba de la fe religiosa de creyentes para el aprovechamiento de algunos. Es respecto de este abuso que Jesús reacciona, denunciándolo. El Dios de Jesús es poderoso, pero no según los poderes de este mundo, que usan su poder en beneficio propio. El Dios de Jesús tiene mirada inclusiva. La fe cristiana es intrínsecamente política, en la medida que es una fe que no se preocupa sólo de “nosotros”, de “nuestro interés”, sino del interés de todos, del bien común. El Dios de Jesús hace política: por esto no me gusta hablar mal de los políticos, aunque haya motivos. Como escribió una vez Alberto Hurtado: el mundo es el periódico que leen al amanecer los resucitados, los que gozan, decimos, de la vida definitiva, esa vida de amor más que de paz.
Que el Verbo hecho carne no buscó su beneficio propio, lo destaca Pablo en su Carta a los Filipenses. Siendo de condición divina, se abajó (kénosis), se hizo hombre… ¡hasta la misma muerte en cruz! Jesús decidió no usar su poder en beneficio propio, sino para la alegría de otros y otras. Una actitud generosa de compromiso, como la de Gustavo Gatica; y la de una estudiante mía que marcha por sus futuros hijos e hijas, no tanto por ella.
En fin, el tercer pasaje es la historia de Zaqueo. Era el jefe de los cobradores de impuestos en Jericó. Abusaba: el texto dice que se había hecho rico gracias a sus abusos. ¿Qué le dice Jesús cuando lo encuentra arriba de un árbol para verlo pasar? Le dice: ¡baja! Ver la sociedad desde los abusados es la mirada más inclusiva que podemos tener, porque sólo desde allí se tiene la perspectiva completa, no se excluye a nadie. Es el sentido de la opción preferencial por los pobres. Ante la iniciativa de Jesús, Zaqueo decide no seguir abusando, y devolver más de lo que acumuló con su abuso. Decide abandonar la lógica del aprovechamiento en beneficio propio, y se pone en el camino político del bien común. La salvación llegó a su casa y a su medio social, porque orientarse al bien común es la mejor manera de beneficiarse uno.
¿Qué hacer en medio de esta sociedad abusiva? Ponerse abajo, convertir la propia lógica de vida, salir de uno mismo con la máxima generosidad posible. En fin: avanzar en la vía política y social para un Chile mejor. Creo que tenemos que pedir insistentemente estas gracias.
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