Por: María Ester Roblero Cum
Como muchos en estos días, me he preguntado cómo se vive “al modo de Jesús” esta dolorosa experiencia que estamos afrontando como humanidad. Desde el encierro y la soledad leo acerca del sufrimiento de miles en otros países que han perdido a seres queridos, sin poder despedirse ni asistir a un funeral por ellos. En la noche, junto a los aplausos a los profesionales de la salud, escucho que se encienden fogatas y barricadas en los caminos de acceso a otras ciudades para evitar que entren personas que podrían portar el virus. Veo las seis portadas que en simultáneo la revista Time dedicó al Covid 19. Todas llevan el mismo título: “Cuando el mundo se detuvo”; y todos los fotografiados llevan sus rostros cubiertos por mascarillas.
Inmersa en este cúmulo de informaciones, recordé un libro que leí hace muchos años y que me ha ofrecido una respuesta en sentido contrario al modo en que Jesús viviría este momento: con miedo. El libro se llama precisamente “El miedo en Occidente” y fue escrito por el historiador Jean Delumeau. A lo largo de sus páginas, este volumen con dimensiones de ladrillo, recorre las diversas fuentes del miedo desde el siglo XIV al XVII, comenzando por la peste negra y terminando con las guerras religiosas. El autor hace un listado de las causas que han hecho temblar al mundo occidental: desde miedos ancestrales a la noche, a los lobos, los espíritus, la brujería, los herejes, los asaltos de bandoleros, la matanza de niños…, hasta los miedos políticos a las maquinaciones, rebeliones de las masas e invasiones. Y demuestra cómo unos y otros miedos tuvieron como reacción la violencia de parte de los que se sentían amenazados.
En este mismo libro, Jean Delumeau, católico, desarrolla la idea de “la pastoral del miedo”: es aquella respuesta de una parte de pastores y creyentes de aquella época, que justificaba y explicaba los males de la humanidad como un castigo divino por los pecados cometidos. Así, la peste negra que en solo dos años costó la vida a la mitad de la población europea en la Edad Media, su rebrote en Marsella cuatro siglos después, y tantos otros sufrimientos, serían “una lección” de Dios, un apretón de tuercas divina, al modo de un padre que dice “te pego porque te quiero”.
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Delumeau detalla en su libro que la “pastoral del miedo” habla más de culpa que de perdón, más de castigo que de misericordia, más de infierno que de resurrección… Y concluye que lamentablemente, reaparece como maleza porfiada cada vez que el sufrimiento se presenta en nuestras vidas. La “pastoral del miedo”, suele ser predicada por un determinado tipo de creyentes expertos en el arte de apuntar, culpar y castigar. Y es una pastoral que prende también entre personas que dicen tener fe, pero que en la práctica no comulgan ni siquiera con el primer mandamiento.
Hoy, enfrentados como humanidad al Covid 19, ha reaparecido el miedo en los llamados países desarrollados, porque en los demás jamás se ha ido: el hambre, el ébola, el sarampión, la tuberculosis…, no dan tregua al corazón atormentado. Es un miedo puede llevarnos a olvidar toda forma de caridad y compasión.
A muchos nos ha tocado quedarnos en casa como la mejor forma de ayudar a frenar el contagio. Esto no es cobardía, es coraje, dijo el presidente español. A otros les corresponde la guardia en clínicas y comisarías; turnos en la recolección de basura, suministro de alimentos, y tantos puestos de trabajo que permiten que las ciudades, a pesar de todo, sigan funcionando a media marcha. Pero unos y otros podríamos caer en la pastoral del miedo, esa que en la hora de la prueba hace clamar por ser salvados, más que crecer en el amor al modo de Jesús. “Ay de ti si solo consistes en el miedo que te colma”, escribe Fernando Aramburu, el autor de “Patria”… Esta puede ser la oportunidad para corregir nuestros resabios de una fe medieval, crecer en un mayor conocimiento de Cristo que jamás se movió por miedo, sino por amor al Padre y al prójimo más necesitado.
Última clase de Diplomado en Liderazgo Ignaciano para directivos
El viernes 22 de noviembre se desarrolló la última clase del Diplomado en Liderazgo Ignaciano para directivos que comenzó en abril de este año.