Por María José Encina (*)
Voy viajando hacia Madrid. Justo en este momento en nuestro país hay sol y por aquí en el cielo sólo hay oscuridad. Muchos de los que están en este avión van despiertos pues nuestros sentidos siguen estando relacionados con la luz de los distintos lugares de dónde venimos. La oscuridad no logra silenciar el alma.
Se preguntarán a qué va todo esto. Y si, es una buena pregunta. El otro día en el eclipse algo me rondaba internamente. En Santiago, el lugar donde me toca vivir, no tendría eclipse total, sino que el 8% del sol nos mantendría alumbrando… Pero, ¿qué es un ocho por ciento? Una pequeñez… un número pequeño cuando el conjunto total llega a cien.
En este tiempo, quizás como para muchos, las cosas no han sido necesariamente fáciles. Tanto como país, Iglesia y de modo personal, nos toca vivir lo que quizás podríamos denominar “momentos de oscuridad”, entonces, ese ocho por ciento me tenía tocada el alma… ¡Quería saber cuánto puede alumbrar en nuestra vida un ocho por ciento! ¿Qué significa lo pequeño en nuestra vida? ¿cuánta luz y esperanza nos puede mostrar?
Ese día estuve estudiando profetas en la oficina y el sol estaba justo a mis espaldas… no tenía lentes para el eclipse así que me fui conmoviendo con su sombra. Lo primero que logré percibir es que el calor amable, sostenedor, seguía llegando a mi cuerpo… Y pensaba en Dios y en Santa Teresa. Dios no se muda. Siempre permanece. Su calor siempre está presente, aunque vaya tapándose paulatinamente. Como casi todo Chile tenía las alarmas del celular puestas para saber el momento justo del eclipse total. fui esperando hasta que sonó la alarma. A las 16.30 me paré para empezar a fotografiar la luz que podía llegar. Y me maravillé. Ese 8 por ciento era demasiada, demasiada luz. Ni siquiera se le podía comparar con un atardecer. Ese 8 por ciento iluminaba todo lo que había, incluso podía invitar a esa sensación de descanso.
Y pensé en los 8 por cientos que hay en nuestra vida. Estamos llenos. Quizás cada uno de nosotros podría dibujar un sol, dibujar la luna y escribir en ese 8 por ciento todas las cosas que hoy iluminan nuestra vida y seguramente tendríamos que hacer malabares para que las cosas alcanzaran en ese pequeño espacio que nos quedaría para escribir.
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Pensaba en la sonrisa de la gente, la cotidiana, la que no sabemos sus nombres, pero que cuando cruzamos miradas percibimos esa expresión. Tantas personas que ayudan a bajar coches de guagua en el metro, tanta gente que ríe cuando otro está riendo. No sé. A veces es difícil mirar las cosas con la falta de luz, pero, ¿quién en la oscuridad no le ha parecido que un fósforo encendido o una vela amparando las horas de espera lo es TODO?
Creo que somos inconscientes de lo que puede significar ese porcentaje de luz en nuestra vida. Mientras pasaba el eclipse y preparaba la materia de profetas, pensaba en Isaías y el retoño que brotará del tronco de Jesé. (Is 11;1)
Nada más delicado que un nuevo brote, y nada más lleno de vida que aquello que se comienza a gestar. Es cierto, son momentos a veces complicados. Pero si el sol puede alumbrar tanto un ocho por ciento, ¿cuánto más puede alumbrar Dios a través de nuestra humanidad y de la creación en nuestra vida?
Los invito a que se animen. Hagan sus dibujos. Dejen ese ocho por ciento en el cuaderno y escriban todo lo que hoy significa luz. Y otra invitación, júntense con alguien, y cuéntenle lo que escribieron.
Permítanse vivir el encuentro. Que al igual que María con Isabel, algo dentro nuestro… En nuestras entrañas, salga esa oración. Bendita… bendito… Porque has creído que se cumplirá la promesa del Señor.
(*) Hermana Movimiento Adsis
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