Por Juan Pablo Espinosa Arce
Quisiera en esta Pausa Ignaciana proponer el trabajo de reseñar un libro. A mi entender, este proceso involucra la emoción, los afectos y la razón. Hay libros que marcan nuestras vidas y a los que, de tiempo en tiempo, volvemos buscando nuevas formas de entendimiento. A la literatura, que tiene la función de abrir fronteras y ensanchar nuestra mirada sobre la realidad, como dice la autora argentina, Graciela Montes, se llega mediante el afecto y la razón, desde la razón y la inteligencia instrumental, y también desde la inteligencia cordial, la emoción, la pasión, el deseo y el afecto.
Y, a propósito de este aspecto de la inteligencia cordial, me permitiré reseñar el libro del teólogo Leonardo Boff “Derechos del corazón: una inteligencia cordial” editado por Trotta (Madrid) en 2015). Es una obra de 99 páginas, dividida en dos grandes partes con un total de 23 capítulos. En la primera parte, titulada “Los fundamentos” encontramos 13 capítulos y, en la segunda parte cuyo título es “El pulso del corazón”, encontramos 10 capítulos.
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El propósito de Leonardo Boff en Derechos del Corazón es, en sus palabras: “recuperar la dimensión del corazón (…) el afecto, el cuidado y la relación amorosa” (p.11). En una época en donde, casi excesivamente, nos centramos en lo productivo, en lo instrumental o en lo positivista, debemos recuperar la importancia de poner lo esencial al centro, en el corazón, en lo integral de la vida. Esto, creo, es un trabajo de profunda renovación humana.
Para Leonardo Boff, la recuperación del corazón humano marca la identidad de lo auténticamente humano, lo cual, a su vez, está sostenido en cuatro claves: a) participación; b) la igualdad; c) la diferencia; d) la comunión. Lo llamativo de estos cuatro elementos es que se entienden desde el encuentro entre lo individual y lo comunitario. Somos en cuanto nos reconocemos únicos desde el posicionarnos a la diferencia de un tú. Yo soy yo y tú eres tú y juntos formamos el gran nosotros. Para Boff esto funda la llamada democracia real sustentada en la educación que construye el bien común.
Creo que esto en tiempos de plebiscito hacia la posibilidad de escribir una nueva Constitución es un elemento que deberíamos recuperar como criterios de discernimiento político, social, económico o cultural. Leonardo Boff propone la imagen de una mesa asentada en cuatro patas. Si una de esas patas no existe la mesa se cae y, por tanto, no sirve para lo que fue proyectada.
El equilibrio multidimensional es clave en el reconocimiento del corazón y de sus facultades. Y, a su vez, nos animan a reconocer cómo dándonos vamos logrando reconocer lo que Boff llama “los valores humanos del amor, de la sensibilidad, del cuidado, de la comensalidad y de la veneración” (p.30). Hemos de dar a estos valores su lugar. Así podremos ampliar nuevas formas de ser auténticamente humanos.
Cuando nos damos en estos valores humanos fundamentales, que trascienden tiempo, espacio y cultura, podemos comenzar a crear lo que Boff llama “la inteligencia espiritual” (p.40). La inteligencia espiritual (o cordial) debe ir caminando hacia la construcción de lo que Boff denomina “una sociedad humana integrada y de rostro humano” (p.40).
La inteligencia espiritual nos capacita para reconocer cómo nuestra interioridad manifestada en el cuerpo y en nuestras relaciones con el todo precisa de un mayor desarrollo. Hemos de trabajar continuamente el cor inquietum, el corazón inquieto, deseoso y curioso. La nueva síntesis de lo humano y lo ecológico, lo personal y lo social, deben aprender a caminar juntas. Eso, en definitiva, es construir la belleza, o lo que Boff denomina “la fina sensibilidad” (p.73) o la “genialidad sutil” (p.73).
La importancia de lo sutil, del reconocimiento de los detalles, es un espacio de profunda renovación humana y cósmica, sobre todo cuando nos adentramos en la experiencia del amor. En otros momentos Leonardo Boff habla del “espíritu de finura” (p.77), marcando este concepto en las mismas categorías antes indicadas. Para este autor hay cuatro elementos que son claves al momento de pensar lo bello, lo bueno y lo verdadero de la vida. Ellos son: 1) la subjetividad; 2) el sentido de la vida; 3) la espiritualidad; 4) las relaciones humanas.
Finalmente: este libro de Leonardo Boff aparece como un oasis en medio del desierto. Les invito, queridos amigos, a buscar la obra de este pensador brasileño y mirar atentamente su propuesta. Reseñar un libro es ese trabajo de volver a dejarnos impactar por la pluma, la mente y el corazón de los autores. Y, además, poder comunicarlo a otros creando comunidades de lectores que se dejan interpelar por la magia de un buen libro. En definitiva, es permitir que las palabras festejen en medio de nosotros.