Nos acercamos ya al día cuarenta del Tiempo Pascual. En conformidad con el dato de la Escritura, el jueves de la semana que comenzamos este domingo, se podría celebrar la solemnidad de la Ascensión, como ocurre en otras iglesias locales y otras iglesias cristianas. Pero en nuestro país y en muchos otros, la celebración se ha trasladado al domingo siguiente, para un mejor entendimiento con la sociedad civil. De todas maneras, el Evangelio de este domingo tiene la fuerza del cariño íntimo con que Jesús se despide de sus discípulos: “Como el Padre me amó, yo los he amado a ustedes… permanezcan en mi amor… Ámense unos a otros como Yo los he amado”. Son palabras de Jesús que escuchamos después que la primera carta de san Juan nos ha dicho: “El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor”.
En la semana, continuaremos escuchando la profundamente cariñosa despedida de Jesús, que no omite anunciar los dolores y rechazos que experimentarán los que le siguen. Pero invita a confiar en el triunfo final: “Pidan y recibirán, y tendrán una alegría que será perfecta”, señala.
En los momentos que vivimos como Iglesia en Chile, podemos sentir la tentación de escuchar estas bellas palabras de Jesús, y quedarnos mirando al cielo, de donde vendrá la solución de todos los problemas… Pero no se trata de eso. El ‘estado de oración’ al que nos llamó Francisco en la carta a nuestros obispos, ¡no es un estado de evasión! Es querer ver nuestra realidad como la ve Jesús, para que podamos hacer lo que Él haría en nuestro lugar… y que podamos todos: El Papa, nuestros obispos, todos los miembros de esta Iglesia que peregrina en Chile hacia el lugar que Jesús nos está preparando. Tenemos que mirar todo con los ojos de Jesús… ¡hasta los pecados, errores y delitos que han sido causa del momento que vivimos! Y no olvidemos que hay errores que son peores que delitos. Las palabras de Jesús en estos días, nos reconfortan para que tengamos el valor de convertirnos… para que tengamos el valor de mirarnos como miembros de la misma familia…, del mismo cuerpo de Cristo! Que tengamos el valor de pedir perdón y de perdonar. Que tengamos también el valor de no juzgar a los otros, sino de mirarnos como propone san Ignacio en el “Presupuesto” de los Ejercicios espirituales: “todo buen cristiano ha de ser más pronto a salvar la proposición del próximo, que a condenarla”. El Papa solo no puede reformar la Iglesia, si no nos reformamos todos. Y habrá que tener paciencia porque cuando queremos llegar todos juntos a un lugar, hay que ir al ritmo de los más lentos, sin dejarnos vencer por la fatiga ni el desaliento.
Prácticamente al mismo tiempo que la carta a nuestros obispos, el Papa llamó a toda la Iglesia a atreverse a buscar la santidad: “Alégrense y Exulten” es la consigna con que comienza su llamado. Los textos del libro de los Hechos de los apóstoles que leemos y escuchamos en la semana nos hacen mirar con realismo y esperanza la acción del Espíritu en la Iglesia.