Trigésimo segunda semana del tiempo durante el año

Comentario a las lecturas de la liturgia del 6 al 12 de noviembre
Dios no es Dios de muertos, sino de vivos: ya el domingo pasado escuchábamos al autor del libro de la Sabiduría alabar al Dios que ama la vida. Y, si recordamos  a todos los difuntos el miércoles 2, no ha sido para lamentar su ausencia, sino para orar por ellas y ellos, a fin de que, en la “comunión de los santos” nuestras oraciones y buenas obras les ayuden, a ellos y a nosotros, para re-unirnos finalmente en la fiesta de la gloria eterna.
En estos últimos domingos del año litúrgico, se nos invita cada vez con mayor urgencia a confiar en que compartiremos el triunfo final de Cristo sobre la muerte. El matrimonio, signo e instrumento del amor de Cristo por su Iglesia, se hará innecesario, al participar todos ya de la alegría plena significada en él. Alcanzaremos en Dios el gozo pleno del amor, que integra y supera todos los gozos que en esta vida podemos alcanzar. Esa esperanza es la que ha animado y sigue animando a quienes, incluso en nuestros días, han aceptado la muerte por creer en Jesucristo; esa esperanza es la que puede “reconfortarnos y fortalecernos en toda obra y en toda palabra buena”, como lo propone san Pablo a los Tesalonicenses.
Durante la semana, la mesa de la Palabra también nos abre hacia el fin de la Historia. Leemos algunas cartas breves de San Pablo, y luego la 2ª. y 3ª. cartas de san Juan. Son esquelas breves, que insisten en lo esencial: La necesidad de vivir bien como comunidad en el amor y el servicio fraterno. Y el capítulo 17 de san Lucas nos va acercando a Jerusalén, meta del camino de Jesús hacia su Pascua. En ese contexto, Jesús anuncia los días finales de la historia, a fin de que estemos preparados.
El santoral nos hace celebrar el miércoles 9 la Dedicación de la Basílica del Salvador, llamada  comúnmente San Juan de Letrán. En la jerarquía litúrgica esta fiesta equivale a una “Fiesta del Señor”: El templo es la casa del Señor, que ama la vida, y por eso brotan de él las aguas que sanean el Mar Muerto en la visión de Ezequiel. Se trata de la Catedral del Papa (mucho más que la de san Pedro del Vaticano) y por eso es como la iglesia madre de todos los templos cristianos. El jueves recordaremos al papa san León I, llamado Magno, gran doctor de la Iglesia, principal redactor del decreto del Concilio de Calcedonia (año 451), que definió que en la única persona de Cristo hay dos naturalezas. Se le reconoce también el éxito diplomático de haber logrado que Atila no llegara con los hunos a Roma. Rigió la sede romana entre el año 446 y el 461.  El viernes 11, se recuerda a san Martín de Tours (+ 397), de origen húngaro, oficial romano, monje y obispo, uno de los primeros santos no mártires del calendario de la Iglesia. El sábado 12, se recuerda al obispo y mártir san Josafat, obispo de Polotsk (Polatsk), en la actual Bielorrusia. Fue asesinado por ser obispo uniata (unido con Roma) el año 1623. En estos días en que hemos comenzado a conmemorar los 500 años de la Reforma, podemos pedir a este mártir que ruegue para que los cristianos seamos capaces de perdonar y pedir perdón por la larga lista de ejemplos de intolerancia que hemos dado los discípulos de Jesús, contra su voluntad. Que la oración por la unidad y las actitudes de aceptación y colaboración vayan siendo cada día más características de las relaciones entre todas las comunidades e iglesias cristianas.

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